PDV de un ratón | Relato corto |

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PDV de un ratón

   

    Salgo cuando las luces se apagan, generalmente eso quiere decir que los humanos duermen y ya es seguro. La noche para mí empieza en ese instante en el que puedo explorar y buscar comida. Con poca frecuencia hallo comida deliciosa, pero casi todos los días encuentro algo con que saciar mi hambre, y con eso me basta.

    Lo siguiente en mi rutina es recolectar objetos de valor para acomodar mi casa. Tapas, pelos, jabones, todo sirve, aunque algunas cosas son más útiles que otras. El mes pasado logré arrastrar una cuchara hasta mi morada. ¡Todavía no puedo creerlo! Me costó mucho esfuerzo, pero valió la pena, ahora puedo ver mi reflejo a todas horas. Los humanos no la extrañaran, tienen montones de esas junto al comedor.

    Hablando de los humanos, también hay ocasiones en las que tengo que correr despavorido por ellos. Sí, cuando las luces se apagan es porque ellos duermen, sin embargo algunas veces regresan, entre la oscuridad, y me dan los buenos sustos. Más de una vez he corrido, alejándome asustado de, en el mejor de los casos, un grito ensordecedor o, en el peor, una sandalia voladora que casi siempre termina a punto de alcanzarme. Intenté explicarles que no quiero hacerles daño, la casa es muy grande y todos podríamos vivir en paz, a pesar de ello creo que prefieren vivir solos porque no me escuchan. Incluso llegué a pensar que quizá me tienen asco. Aunque, de momento, es solo una corazonada.

    Bueh, ¿en qué estaba? ¡Ah, sí! ¡Mi rutina! Por último, y es que siempre lo dejo al final, me escabullo hasta el tazón de agua de Mario, el perro de la casa, que duerme en el patio. La mayor parte del tiempo me mira desde la distancia sin hacer nada. A veces me saluda, otras me ignora, pero yo siempre bajo con cuidado porque en ocasiones intentó comerme. Insisto en que solo está buscando el momento preciso en el que yo me descuide para atraparme entre sus babosas fauces, no obstante yo soy más veloz, jamás podría atraparme.

    Sí, eso es lo que normalmente hago. Ahora bien, de una semana para acá no he podido cumplir esas actividades rutinarias que necesito para mantener mi hogar y mi vida. ¿Por qué? Porque mi peor pesadilla se hizo realidad: justo cuando las luces se apagaron y escalé hasta la cocina, lo vi, sus ojos brillantes ocultos entre la penumbra, observándome en silencio, por un segundo creí que se trataba de Mario, que de vez en cuando dormía dentro, más mi especulación desapareció cuando, entre pasitos dados con meticulosa frialdad, caminó hacia mí, y descubrió su identidad, un gato vivía ahora en la casa.

    Huí en seguida, aquella criatura es la peor pesadilla para cualquier roedor. De dos brincos me alcanzó y me correteó por unos segundos, hasta que conseguí escapar. Desde entonces no he salido otra vez. Tenía unas pocas reservas de comida acá pero ya se terminaron, no sé cuánto más podré aguantar. ¿Debería irme? ¿O puedo intentar sobrellevar al gato? No tengo idea, a veces consulto a mi yo reflejado en la cuchara... no me responde. Estoy sediento, tengo hambre. Creo que no me quedará de otra más que poner a prueba mi habilidad y mi suerte.


Foto original de Pexels | David Bartus

XXX

 

¡Gracias por leerme!

   

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