Se levantó como de costumbre a las cuatro de la mañana a preparar el café y el desayuno para iniciar sus labores del campo, la naturaleza aquel año había sido generosa y le había obsequiado copiosas lluvias alternadas con días soleados, esto generó unas hermosas plantas que presagiaban una gran cosecha. Abrió la pequeña ventana de la cocina, una brisa suave le acaricio la cara, a lo lejos se veía la silueta oscura de la montaña. Colocó la pequeña palangana de hacer café en la cocina de querosén. Súbito la estancia se iluminó con una intensidad tan fuerte que lo cegó, intento moverse y sintió como unas manos lo tomaban por los hombros y no se lo permitían, trato de gritar pero fue en vano, sintió que perdía las fuerzas y se desmayó.

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Al despertar se encontró en un cuarto totalmente oscuro, tan oscuro que no alcanzaba ver sus manos, sin embargo sentía una presencia, trato de moverse y estaba paralizado, sintió un pinchazo en el cuello como si alguien le colocará una inyección y volvió perder el sentido. Sentía que unas manos lo tocaban, a lo lejos oía su nombre José, José…, abrió los ojos y vio a su mujer y a su pequeña hija que le apretaba la mano izquierda ambas con los ojos enrojecidos por el llanto, escucho como su mujer agradecía a Dios por haberle despertado.

Le conto que lo encontró a eso de las seis y media tendido en el piso, pálido y respirando con dificultad. Él no quiso hablarle del extraño sueño. Se sentó en el suelo, sintió una molestia en el cuello, le pidió a su mujer que le alcanzara el espejo de rasurarse y al ver reflejado su cuello en el, se horrorizo por los dos pequeños puntos rojos, recordó las extrañas historias contadas desde tiempos de su abuelo sobre los extraños visitantes del cielo, que chupaban la sangre de los campesinos y les robaban el alma. No pudo contener las lágrimas al recordar la horrible muerte de su padre, después de recibir la visita de los demonios del cielo.

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