Apreciados lectores de #Hive, me propuse esbozar en el post anterior unas ideas centrales, al modo de notas, acerca de mi concepción del oficio de escribir, del proceso de creación. Es decir, algo que podría recogerse en una palabra general: mi poética. Pero solo son unas notas, pues su desarrollo implicaría espacios más extensos, y, además, porque también este supone el despliegue siguiente de mi producción poética.

Mi anterior post terminaba con esta frase: La poesía se presenta ante mí como un obrar (una obra) del pensar.

¿Pensar qué?

Como dirían Rafael Cadenas y Roberto Juarroz: el misterio de lo ordinario, lo extraordinario de lo ordinario.

Esto me conduce a unas consideraciones capitales:

• Pensar la poesía como un intento por mostrar la realidad sustancial de lo humano, los fundamentos de lo real, pero no desde poemas de temas o perspectivas abstractas, sino, en lo posible, desde lo concreto, particular, cotidiano, común y corriente.

• Escribir se me hace un girar alrededor de ciertos núcleos esenciales, lo que se me plantea como un problema ético.

• Ello puede adquirir la línea de una búsqueda de unidad, una "monotonía", como lo denominaba T.S. Eliot.

• Ahora, esto se expresa, generalmente, como una tendencia a la pregunta, a cierto extravío involuntario, incluso a alguna oscuridad y silencio, que puede corresponderse con una escritura fragmentaria y casi aforística.

• Mi proceso de escritura, como he dicho, está marcado por la influencia de autores "extranjeros", entre ellos Eliot, Rilke y Borges. Nutridas por ellos estas reflexiones que comparto, en las que sustento mi concepción del proceso de creación:

Primavera en invierno:

•La muerte de lo inmediato para dar lugar a la transformación de lo corriente.

•Transformación de lo vivido en el proceso de creación.

•Trabajo de los sentimientos y las emociones para convertirlos en experiencia, que daría lugar a la poesía.

•"Noche oscura del alma" (tomado de San Juan de la Cruz): proceso de interiorización, de decantación, que podría llevar a cierta revelación, o "epifanía", como la llamó Joyce.

Palabra purificada:

·Palabra que ha entrado al fuego, ha ardido y se ha recreado; su muerte es su entrada a la vida.

Mismidad y otredad:

•Asumir la conciencia de la propia otredad. Dejar salir las voces que configuran su haz de ecos y presencias: la polifonía de la poesía y la vida que habita lo más íntimo.

•Hacer consciente el diálogo que debe existir en lo escrito entre temporalidad y atemporalidad, entre lo contingente e inmediato y lo permanente y trascendente.

Creación y crisis:

Entender que el proceso tiene diferente carácter y momentos:

              • zozobra emotiva y espiritual
              • interrogación frente a la obra y su sentido en el mundo
              • interrogación de sí mismo
              • reconocimiento de la soledad interior, de la diferencia
              • desequilibrio entre creación y vida inmediata

Gracias por su lectura.

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