La Horca


Fuente: Pixabay

La Horca

La vida tiene solo un enemigo, un enemigo con el que todos pelean: la muerte. Estoy en la cumbre borrascosa, en un precipicio sin salida. Estoy en la etapa culminante de un final impredecible. Estoy aquí, una marginada en este espacio terrestre que emite intranquilidad y deseo continúo de acabar con la luz.

El invierno aun no llega y me siento fría, dura como la corteza de un árbol viejo, desgastada como la cera de una vela que ha sido encendida para iluminar caminos oscuros.

La horca me espera en el camino desierto del abandono, de las iras contenidas y de las tristezas desconsoladas. Ha la muerte de sofocar el peso infinito de quien ahoga mis pensares, ha de acabar con el sosiego indeleble de mi corazón palpitante.

Horca que te hayas en el árbol seco, que esperas mis pesares, que invita su lazo prieto y arrulla con el crujir de sus ramas quebradizas. Espérame en el silencio de tus brazos fuertes que soportaran mi peso y mis pecados no confesados. Espera esta alma que llora en silencio, que se ahoga en su burbuja solitaria.

Espera que llegue mi momento, espera que sea inaudito e impredecible. Pronto estaré allí; cobijándome en tus hojas otoñales, inhalando por última vez los olores de la madera y de las flores muertas, bañándome por última vez en los colores naranja de un atardecer.


¡Gracias por su lectura!



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