El teatro en décimas: antiguo subgénero venezolano

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Hubo un tiempo, a finales del siglo XIX y comienzos del XX, en que muchos venezolanos decían en versos todo aquello que fuera digno de expresar. Este es un fenómeno que hemos comprobado, sobre todo en la ciudad de Carúpano y los pueblos circunvecinos que, tanto en aquella época como ahora, son bastante. La poesía tradicional parecía ser el vehículo más elocuente para lo bueno y lo malo que aconteciese en la vida. La décima era la estrofa preferida para estos menesteres, sin embargo, no faltaban la copla, la redondilla, la cuarteta y hasta el soneto; además de una curiosa composición –que merecería un estudio aparte- llamada ensaladilla, cultivada con profusión también en el estado Monagas. En la memoria oral de estos rincones provincianos está grabado un enorme caudal de esas manifestaciones que se sumergían en los más disímiles temas: desde los puramente cotidianos –chismes, anécdotas, ocurrencias, denuncias- hasta los de elevada trascendencia, tales como historia, religión y mitología.

No es de extrañar, por esta razón, que en este escenario aficionado a la rima y a la métrica del octosílabo, se produjera en aquella misma época una manifestación teatral en la cual los personajes hablaban estrictamente en décimas espinelas. De acuerdo con la información que hemos obtenido de dos fuentes distintas, este tipo de representaciones eran denominadas simplemente dramas y se trataban de obras que, a pesar de su nominación, tenían por lo general un contenido humorístico, como veremos más adelante. En el libro Trovos de amigo Pablo (Barcelona, 2008, sin datos de edición), donde el periodista Pablo Aguilera Bello recoge la obra poética de su padre, de nombre también Pablo Aguilera, un poeta popular que vivió en la localidad de San Roque, pueblo perteneciente al distrito Andrés Mata, aledaño a Carúpano, el autor refiere las siguientes palabras de su progenitor: “la décima fue empleada en argumentos para obras de teatro llamados “dramas”; era muy usual la organización de compañías teatrales con actores locales. Con excelentes libretos y bien confeccionadas obras, recorrían los distintos poblados de la comarca llegando, inclusive, hasta Carúpano.” Es decir se trataba de grupos itinerantes dedicados a la actuación, que se conformaban en algunos de los caseríos cercanos a la ciudad y llevaban su escenificación a cualquier sitio donde fueran recibidos con entusiasmo, lo cual debería suceder en todas partes, si pensamos en la preferencia por el verso rimado que, desde siempre, ha caracterizado a la gran mayoría de nuestros paisanos. Más adelante, en este mismo texto que hemos citado, comenta Pablo Aguilera, que estas compañías recibían el apoyo de familias pudientes, las cuales también prestaban sus casas como escenario para las funciones teatrales.

El otro libro que refiere la presencia del teatro en décimas en Carúpano y sus alrededores, se titula Caripe: historia cotidiana y oralidad (Maturín, Ediciones gobernación del estado Monagas y Universidad Pedagógica Experimental Libertador, 1997), escrito por Domingo Rogelio León y Rudy Mostacero Villarreal. En esta investigación sobre la poesía tradicional en Caripe, ciudad perteneciente al estado Monagas, los autores entrevistan al poeta popular Ramón Gamboa Marcano, representante emblemático de la cultura monaguense, quien se destacó como un decimista imponente en esa localidad durante muchos años. Sin embargo, Gamboa no había nacido en el sitio donde su fama y su sapiencia fue, más que reconocida, venerada, sino en Canchunchú, un caserío cercano a Carúpano que se ha destacado igualmente por su dinámica cultural desde hace muchísimos años; allí vivió gran parte de su vida. Dentro de las numerosas peripecias de su existencia que el trovador les cuenta a los investigadores de la cultura se encuentra una en la que funge como actor en la representación de los mencionados dramas: “Gamboa recuerda haber representado por 1907 o 1908 el papel de un doctor, en un drama donde el protagonista era un astrónomo medio loco. Era un drama de humor para doce actores, todos varones y lo escenificaron en el corredor de una casa. El autor de la obra se llamaba Teodoro Retamale, animador de parrandas y velorios, pero también escritor de dramas en verso.”

Con respecto al tema que estamos tratando, Ramón Gamboa aporta datos precisos e interesantes, ya que nos revela el número de actores que participaban en la obra, el carácter humorístico de esta, el nombre del autor y un par de años como fechas aproximadas de la celebración de estos actos. Lamentablemente, por más empeño que le hemos puesto al asunto, ha sido imposible encontrar hasta ahora al menos una muestra de esas décimas que pertenecían a los parlamentos de los personajes de aquellas piezas teatrales en algún documento escrito o en la tradición oral. Tampoco hemos podido averiguar algo sobre Teodoro Retamale ni sobre las familias que jugaban el papel de mecenas para aquellas compañías que debieron ser todo un espectáculo en esa época en que el verso rimado estaba en todos los avatares de la vida. Pero aunque no exista suficiente información para estudiar a plenitud este antiguo género teatral, es indudable que su escenificación representaba todo un acontecimiento para nuestros antepasados.

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Hi cruzamilcar63,

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