El pardo - Relato (10)

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El chapoteo rítmico de la pértiga acallaba los rumores cercanos conforme avanzaba. Aunque no era una barca muy grande, a Nuño le costaba guiarla entre los masegares. Debía empujar desde atrás, primero a un lado, luego a otro, para no desviarse. No era tan fácil, se había dado cuenta muy pronto.

Avanzaba despacio. Se había afanado por salir lo antes posible, pero al final la noche lo había alcanzado en mitad de los tablazos y se vio engullido por las tinieblas. Ahora apenas veía nada a su alrededor. Lo que llegaba a iluminar el candil que se llevó consigo. Que no era mucho. La luz de las llamas alcanzaban lo justo para ver poco más que las brumas de alrededor y los vapores que emergían del agua. Pero no había marcha atrás. Ya no.

Aquel entramado de canales y vegetación se había convertido en un laberinto tenebroso. No estaba seguro ya de seguir el rumbo adecuado. Solo tenía la certeza de que una leve corriente, que apenas agitaba la lámina del agua, lo guiaba poco a poco hacia el Oeste. Daba igual, tarde o temprano llegaría a la otra orilla; solo debía avanzar con cuidado.

Miró el fardo que descansaba a sus pies: unos vellones envueltos en redes que ocupaban el fondo plano de la barca. No le había costado apagar una vida tan frágil. Se acercó a la niña por detrás mientras atendía el hogar. Despacio, sigiloso como él sabía. Y, cuando se encontró a un paso, saltó y atenazó con decisión aquel cuello fino y delicado. Ella apenas alcanzó a emitir un chillido, que brotó mustio. Aumentó la presión, más y más. El corazón le palpitaba con fuerza en los oídos y apretaba los dientes con fuerza. Sintió cómo la vida de la niña se escurría entre sus dedos. Casi no hubo lucha; pronto sus bracitos pendían inertes. Entonces aflojó la presa y respiró hondo. Estaba muy agitado. Luego la fue dejando caer sobre el piso. No vio horror en su rostro; sus ojos muertos solo expresaban sorpresa. Se agachó para agarrar su premio. Le temblaban las manos y le costó romper el cordón. Se deshizo de la bolsita y sostuvo el rubí con los dedos, frente al fuego. La piedra refulgía, hipnotizadora, a la luz de las llamas.

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Autor: Javier G. Alcaraván (@iaberius)

La imagen está tomada de una acuarela original de Juan Gallego (@arcoiris), que he modificado, con su permiso, para acompañar este fragmento.



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1 comments
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Nuño es realmente un ser cruel, matar así a tan dulce chica, que solo quizo ayudarlo.
Que bonita acuarela acompaña este relato ♥️

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