Escritura libre 018: "Rompecabezas", por bonzopoe

Hace algo de frío. O al menos lo que en este lugar del planeta, en que estamos acostumbrados a temperaturas de 35°C casi todos los días, llamamos frío.

El cielo descansa de su traje azul habitual, y hoy se ha vestido de un gris muy claro, tirando a blanco. Es un color como de ropa vieja, de ropa que ha integrado tanto la suciedad de los años vividos, que por más que se intente, no se puede eliminar del todo, y le da esa tonalidad de sepia ultra-diluído.

Debido al viento, caprichoso y temperamental, de esta temporada de huracanes, los árboles se mecen todo el tiempo. A veces como si bailaran un vals, suavemente, pero la mayor parte del tiempo como si bailaran un tango, alternando movimientos lentos y sutiles, con movimiento rápidos y repentinos. Gardel sería feliz mirándolos desde mi ventana. Pero yo no soy Gardel, y no lo disfruto tanto, para ser honestos.

Escucho música chill-out; en inglés, por supuesto. La verdad no conozco ninguna buena banda de chill-out en español. Me pregunto si es porque los latinos tenemos un temperamento más de salsa-alegría que de chill-out-relax. Puede ser. En ese caso yo soy un latino atípico, porque prefiero el chill-out que la salsa.

Dicen que escribimos lo que somos, lo queramos o no, y aunque digamos lo mismo que todos, no lo decimos igual; es eso que llaman nuestra voz. Tiene sentido, pero no sé si creerlo. No sé si tenga "una voz". Yo solo se que escribo, y que me aburre un poco escribir sobre lo que ya sé, porque no hay nada que descubrir. Tal vez por eso me gusta esto de escribir sin saber que decir, por la curiosidad de que voy a acabar diciendo.

En ese sentido creo que en el fondo escribo para descubrirme, para desenterrar el tesoro de mi mismo. Un tesoro que a veces es un anillo de oro, y otras el aro de aluminio barato de una lata de cerveza.

Pero dicen que lo importante es la búsqueda más que el tesoro, y tienen razón, salvo cuando le das al gordo y te encuentras un tesoro que realmente vale la pena. Cosa que no pasa tanto como quisiera, la verdad. Pero no me puedo quejar, de moneda en moneda, de anillo en anillo, he logrado irme conociendo poco a poco, y he podido armar una buena parte del rompecabezas de mí mismo. La parte de las orillas al menos.

Bien dicen que nadie sabe lo que se oculta en el corazón del hombre, aunque cuando escribo yo no sé si soy el corazón, o soy el hombre. Lo que sí sé es lo que acaba escrito, aunque a veces no lo entienda y lo acabe guardando para releer en un futuro cualquiera, en que pueda encontrarle sentido; lo que invariablemente pasa, tarde o temprano.

Prueba de ello son mi colección de servilletas llenas de garabatos, las libretas amarillentas que viven en mi librero, y las aplicaciones de notas que llenan mi teléfono celular.

No sé si algún día logre completar el rompecabezas de mi mismo. No ayuda el hecho de que no paro de cambiar con el tiempo. No en esencia, por supuesto. No en fondo, pero si en forma. Aunque a veces tan a fondo, que me cuesta reconocer mi forma. Pero mis servilletas, mis libretas viejas, y las apps de mi celular ayudan.

Me permiten registrar todas las pistas que escribo, y a través de ellas explorarme a mi mismo. Uno nunca sabe, puede que algún día encuentre el cofre del tesoro, y sepa si soy el hombre o el corazón. Puede que algún día descubra mi voz.

Podría ser en una tarde de una temporada de huracanes, mientras Gardel mira por mi ventana al cielo vistiendo un traje deslavado gris tirando a blanco, y los árboles bailan a lo lejos al ritmo de un tango ahora legible en este rompecabezas que soy. No sé... sería lindo.

Si llegaste hasta acá muchas gracias por leer este publicación y dedicarme un momento de tu tiempo. Hasta la próxima y recuerda que se vale dejar comentarios.