Un regalo y un té para descansar

Hoy quiero compartir con ustedes que hace unos días mi padrino y gran amigo de mi papá nos regaló una planta de albahaca. De inmediato, su agradable olor impregnó todo el apartamento. Llegó radiante y hermosa. Nosotras estábamos felices, porque siempre habíamos querido una de estas plantas y jamás pudimos obtenerla.

Seguidamente, le preguntamos a mi padrino cómo cuidarla y él nos dijo que debíamos regarla un día sí, otro día, no. Mantenerla húmeda y evitar que se encharque. Además añadió que ella se llevaba bien con la sombra.

Luego, siguió la conversación y tocamos el tema de las propiedades. Nos dijo que podíamos hacer un pesto con sus hojas y, también, usarla para relajarnos y calmar la tos. Lo cierto del caso es que, justo anoche, después de pasarla muy bien con los chicos de Pal en su actividad llamada Encuentro de Talentos, tocó ir a dormir y cuando estoy acostada, comenzaron a llegar un montón de ideas que me espantaron el sueño y recordé lo que me dijo mi padrino sobre sus propiedades relajantes.

Me levanté, tomé tres hojas, herví agua, agregué las hojas y esperé un momento. El aroma que desprende al hervir las hojas es sublime. Me lo tomé tibio, con la luz apagada y escuchando música relajante. Poco a poco, comencé a sentir cómo esas ideas fueron desapareciendo y caía en los brazos de Morfeo. Apagué todo y, ahora sí, a dormir tranquila.

Nada como un buen té y música relajante para conciliar un sueño reparador y reconfortante.

Sin más nada que decir, se despide