Martín era un niño de 8 años, guapo, inteligente y aparentemente feliz. Sus juegos consistían siempre en matar, pero con la particularidad de que él era siempre la victima. Durante las últimas guerras, él tenía que representar el papel de un joven japonés muerto por un piloto norteamericano. En cualquier pieza dramática representada en compañía de otros niños, Martín escogía invariablemente el papel en el que pudiese morir de una manera más espectacular.

En su conversación, intercalaba siempre observaciones como estas: °Si era culpable, ¿por qué no lo mataron?° o °Si yo hubiera estado allí, le hubiese matado°. Pero en realidad, Martín no era nunca el matador, sino la víctima.

La madre de Martín sospechó que algo turbaba la mente del niño y pidió consejo a una persona experimentada. Se descubrió que, siendo Martín un niño adoptado, vivía constantemente preocupado por el lugar que ocupaba en el hogar; a pesar de que vivía en él desde chiquitín, estaba profundamente convencido de que su hermanito era el preferido de los padres.

Una vez descubierta la causa, fue cosa fácil ayudar a Martín a aceptar su lugar en la familia, así como el amor tierno de sus padres adoptivos.