Aprender a perdonar

Perdón... una palabra que tiene el poder de liberarte, tal como una medicina de curarte. Sin embargo, pareciera que preferimos seguir enfermos, que tomarla.

Solemos asociar perdonar con debilidad o falta de justicia. Quizás pensamos que es inconcebible que un agresor pueda ser exonerado de sus culpas sin que pague su falta, o al menos que muestre arrepentimiento y rectifique. También es frecuente escuchar la frase: yo perdono, pero no olvido; o atarse a la fatal condena: no puedo perdonarlo(la), aunque quiera. Pienso que la negativa de perdonar está asociada a evitar futuros daños, al menos de la misma persona.

Indudablemente este proceso es complejo, pero es mucho peor lo que se vive cuando no damos este paso. Lo que no soltamos, no nos deja avanzar con libertad. Perdonar es un requisito indispensable para alcanzar la felicidad.

Estando inmersos en el plano de las emociones no encontraremos solución, porque es el dolor que nos causa aquel evento que tanto nos lastimó, lo que nuestro ser rechaza; y lo mantiene vivo, alimentándolo a través del tiempo, para así no olvidar lo que aquel agresor nos hizo y mantenerlo en nuestra lista de "enemigos". Se requiere de mucha fe, paciencia e inteligencia para ganar esta batalla.

Recuerdo que en un taller de oración al que asistí, nos colocaron un audio del Padre Ignacio Larrañaga en el que decía: "Si supiéramos comprender, no haría falta perdonar". El comentaba que las personas no quieren ser como son, simplemente no saben ser de otra manera. ¿Acaso no nos pasa también? ¿No les gustaría ser diferentes en algunos aspectos?

Es aquí donde tenemos que salir de nuestra emocionalidad y entrar en lo racional. Colocarnos en el lugar del agresor. Particularmente me ha funcionado pensar que esa persona tiene su propia batalla y lo que hace no es contra mí, sólo lo hace. Sus acciones exteriorizan lo que lleva dentro y sólo él debe ser responsable de lo ellas generen; ya sea ante Dios o ante el universo. No importa en lo que creas, de acuerdo a la ciencia, a toda reacción, le antecede una acción; así que inevitablemente habrán consecuencias. Entonces cuando lo piensas bien, es mejor no ser parte de ese juego.

Lo sé, no es fácil. No crean que porque estoy diciendo estas cosas soy muy buena aplicándolas. De hecho, este tema es algo en lo que he tenido que esforzarme mucho, me ha sido difícil de digerir. Pero la constancia me ha ayudado a avanzar de a poquito y al menos ya estoy logrando dejar pasar muchas cosas que antes podían atormentarme. Ya puedo pensar que cuando yo siento que alguien ataca, no ME ataca; es algo que él hace porque no sabe ser distinto y yo decido si me afecta o no.

"Nadie puede herirte sin tu consentimiento". - Eleanor Roosevelt.

Por supuesto que no vamos a dejar de sentir, somos humanos. La idea es no alimentar en el tiempo lo que sentimos en ese momento, para que no se convierta en resentimiento. De esta manera, como todo lo que no se alimenta, muere.

Se requiere de mucha voluntad y carácter para rebotar las ofensas y que no se guarden como un agravio en nuestra conciencia, que nos intoxica; pero sí se puede y en la medida que vencemos nuestras debilidades, crecemos, somos más fuertes y felices.

Amigos este es el camino a seguir, cueste lo que cueste: fortalecer nuestra voluntad y carácter, con mucha determinación y fe. Recordemos que la fe es cuando creemos en lo que no vemos. Puede que ahora no seamos capaces de muchas cosas, pero debe ser nuestro objetivo lograrlas y si realmente creemos, así será. Debemos siempre construir y no destruirnos.

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Gracias a ustedes, por el tiempo de vida dedicado a esta lectura y por su compañía.

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