Dentro del conjunto de astros o cuerpos celestes que ocupan el vasto espacio estelar, poblado por asteroides, cometas, satélites, exoplanetas y demás,que de acuerdo a los datos ofrecidos por la Nasa,suman un aproximado de setecientos trillones de cuerpos en los que se presume pudiera haber posibles formas de vida.
Nuestro lucero azul, la tierra que habitamos, es un planeta muy singular, cuyas condiciones de vida, jamás se encontrarán en otra estrella sideral, de acuerdo a los navenautas del espacio exterior.
Nuestra amada Gea, Gaia, Pachamama, entre los muchos nombres que amorosamente se le atribuyen, es considerada un grano de arena dentro del vasto océano sideral, do toda de unas características muy singulares, difícil o quizás imposible de encontrar en otro planeta.
Un estudio aportado por la Universidad de Upsala en Suecia, nos revela que la tierra se encuentra ubicado en un lugar privilegiado de la vía láctea, convirtiéndolo en el mejor planeta para vivir, por el campo mórfico que lo conforma.
Entre los muchos atributos que la propician tenemos el oxígeno, el cual lo podemos inhalar profundamente y nutrir nuestro organismo con una substancia vital llamada Prana. pudiendo sentir en nuestra piel, un suave y refrescante brisa que acaricia nuestra piel.
La mayoría de nuestros vecinos estelares, tienen en su atmósfera, sólo tienen dióxido de carbono, anhídrido Carbónico, nitrógeno, entre muchos otros oligoelementos muy extraños y difíciles de digerir por nuestros pulmones humanos, sin excluir el resto de las especies vivientes terrestres.
Tenemos gravedad una densidad física, que nos permite colocarnos de pie, y recibir la radiación positiva del sol, cosa que al parecer, no se puede dar el lujo el resto de los planetas del espacio.
Nuestro Lucero azul cuenta con un Campo Magnético denominado la Fotósfera que protege nuestra piel y nuestro ADNde las radiaciones negativas de los cuerpos nocivos exteriores.
La inteligencia cósmica creadora, ha dotado a la tierra de bosques, mares, ríos, mares, lagos, montañas, de un regulador meteorológico llamado clima que nos regala un termostato natural para regular nuestra temperatura corporal.
Tenemos la bendición de cuatro estaciones, un regalo geofísico que nos concede la gracia de descubrir nuevos horizontes espirituales, al tener el privilegio de elevar la mirada al cielo azul en la primavera. Un sentimiento sublime despierta nuestra alma al contemplar la nevada de los montes de la cordillera en el Invierno que además, nos hace valorar el calor humano de una noble compañía.
Ni hablar de la gracia que nos regala el Verano, al atesorar la bonanza de un playa con los niños retozando y la briza marina abrazándonos, y haciéndonos marineros en sus aguas tranquilas.
El Otoño nos provee el don de la contemplación cuando nos extasiamos al ver las hojas caer de los árboles, y el de la previsión para guardar las nueces en las dificultades.
Geológica, biológica, y estéticamente, contamos con un diamante precioso de color verde y azul, engarzado en el rosario del sistema solar de la galaxia más joven de la vía láctea.
Podemos reposar confortablemente sobre sus nubes, y vivenciar etéreos sueños que nos permiten viajar fuera de su atmósfera y regresar, a su maternal regazo.