En estos días, sentada en el jardín de mi casa, escuché un sonido extraño que venía de uno de los postes de tendido eléctrico. Levanté la cabeza y vi cómo un pájaro había hecho su nido en la parte alta de la columna de cemento. Debo decir con pena, que en las casas cercanas no hay árboles altos, por lo que intuyo que esa es la razón por la que el ave hizo su casa en un lugar tan inusual. En ese momento valoré la presencia de la naturaleza, en aquella ruidosa zona, porque las ciudades cada día están más hechas para los carros y no para los seres vivos.

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Hay que tener el alma muy desolada para no conmoverse ante el canto de un pájaro, por lo que empecé a reflexionar sobre la existencia de ellos entre nosotros. Ellos que circulan entre las personas a grandes velocidades, que con su cantar son parte de nuestras mañanas y tardes, que arrancan el cabello de alguien para usarlo en sus nidos, que picotean las ramas verdes o el cemento de las plazas buscando bichos que les sirvan de alimento. Torditos, loros, colibríes, canarios vuelan y trinan alegres entre la nube de smog, sin darse cuenta del entorno adverso en el que se encuentran. La naturaleza sigue funcionando, a pesar de nosotros mismos.

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Hay un poema que adoro y que es de uno de los mejores escritores venezolanos de todo los tiempos, el laureado Eugenio Montejo, y que se titula La terredad de un pájaro. Este es uno de los poemas más conocidos del autor y me gustaría compartirlo con ustedes:

La terredad de un pájaro es su canto,
lo que en su pecho vuelve al mundo
con los ecos de un coro invisible
desde un bosque ya muerto.
Su terredad es el sueño de encontrarse
en los ausentes,
de repetir hasta el final la melodía
mientras crucen abiertas los aires
sus alas pasajeras,
aunque no sepa a quién le canta
ni por qué,
ni si podrá escucharse en otros algún día
como cada minuto quiso ser:
más inocente.
Desde que nace nada ya lo aparta
de su deber terrestre,
trabaja al sol, procrea, busca sus migas
y es sólo su voz lo que defiende
porque en el tiempo no es un pájaro
sino un rayo en la noche de su especie,
una persecución sin tregua de la vida
para que el canto permanezca.

Por lo visto, el canto es una de las expresiones más características de los pájaros. El canto para hacerse notar en el mundo, para comunicarse, para expresar su naturaleza. Vuela el pájaro y cruza el cielo mientras su concierto matinal, puntual, despierta y anima a quien lo oye. Cuando leo este poema no puedo dejar de hacer una analogía con la vida del hombre. En el hombre, también es fundamental ese canto, su expresión ante el mundo, el que será su esencia entre las otras criaturas. Como dice el poema, al igual que el pájaro, el hombre “trabaja al sol, procrea, busca sus migas/ y es sólo su voz lo que defiende”. Para el hombre es importante su naturaleza, su carácter, la materia en la cual está hecho, eso que lo identifica y que lo hace único entre las otras especies. Igualmente, en ese canto existe la certeza de lo efímero que es su paso por el mundo, sin embargo, aun así, apuesta por hacerse escuchar y dejar así una huella.

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En fin, es cierto que en la actualidad estamos pasando por una crisis y muchas de las cosas que teníamos, ya no están, pero milagrosamente otras permanecen a pesar de y contra todo pronóstico. Estamos buscando la forma de salir a delante. Como ese pájaro que no encontró árbol donde hacer su nido y lo hizo en la cumbre del poste eléctrico, así mismo el hombre, a pesar de la adversidad, siempre buscará una forma de sobrevivir. Porque más que reinventarse, la idea es adaptarse y seguir cantando, como los pájaros …

Espero que hayan disfrutado la lectura de este post. Hasta una próxima cita, amigos

REFERENCIA BIBLIOGRÁFICA

https://www.poeticous.com/eugenio-montejo/la-terredad-de-un-pajaro-es-su-canto?locale=es
https://www.poeticous.com/eugenio-montejo/pajaros?locale=es