La dicha siempre llega a tiempo. Microrrelato vivencial.

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La dicha siempre llega a tiempo.

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Neyda Alexandra, de 42 años, es una exalumna sumamente bella, ingeniera y de mucha solvencia económica, que era admirada por los chicos de la escuela, pero Neyda no era una muchacha que siquiera le gustara salir a fiestas los sábados.

Neyda se graduó de ingeniera cuando tenía 23 años, y al apenas emplearse en una empresa petrolera, se enamoró de otro ingeniero de su misma edad, empezaron amores, y se casaron a los 6 meses.

Su esposo llamado Nelson era de temperamento volátil, y en vez de alegrarle la vida a ella, lo que hizo fue crearle zozobra e infelicidad.

Los celos de Nelson eran un ingrediente adicional para la mala vida que estaba dándole, y además, no le permitía ni que fuera a visitar a su madre.

Sin embargo, Neyda se hizo amiga de una señora que tenía el cargo de consejera de la misma empresa, y acudió a ella para que la orientara. Su nombre era Lucy.

Fue la decisión más afortunada y sabia que pudo tener Neyda hasta esos momentos porque ya, a los 40 años, había perdido muchas oportunidades pues ni siquiera cursos le permitía el tirano esposo.

Nelson se enteró de la situación, y un día chocó adrede el carro de la señora Lucy quien lo denunció, y tuvo que firmar una caución. Igualmente, Nelson fue despedido de la empresa.

Neyda sentía que estaba siendo libre, y en una ocasión conoció a un hombre de 45 años quien quedó prendado al verla. Se divorció de Nelson.

Nuevamente Neyda se casó, pero en esta oportunidad sí que se sentía feliz, y hasta tuvieron una niña tan bella como la mamá.

Pero Nelson no había desaparecido, y tuvo un serio percance con David el esposo de Neyda, aunque quien salió mal fue Nelson el cual fue a parar a una clínica.

Estuvo a punto de morir, pero cambió, y dejó todo en tranquilidad. Tal vez sería porque nunca nadie le había hecho resistencia.

Con el tiempo, a Neyda le dieron cambio para una ciudad del oriente del país como gerente, y se radicó en el estado Sucre.

La dicha le vlvió a sonreír, y superó el trauma que había recibido de Nelson.

Bendiciones de Dios.



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