Algunas vivencias del llano. Microrrelatos vivenciales.

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Algunas vivencias del llano.

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Las costumbres y la tradiciones siempre están sometidas a transformaciones e incluso, a la desaparición en el tiempo.

Unas vivencias del llano en tiempos de mi niñez, cuando vivía en el campo en la época de 1960, han retornado con frescura a mi memoria y, acostándome en la cama con la vista hacia el techo, y con las manos entrelazadas para formar una almohada, evoco ese pasado.

Cuando mi familia fue una vez hacia u caserío de nombre El Arenal, éramos tantos, que las sillas no alcanzaron, motivo por el cual la dueña de la casa sacó como 12 auyamas para sentarnos.

Era increíble la comodidad que se sentía estar sobre esas auyamas aunque los más pequeños nos veíamos las caras con extrañeza.

Rafael Ramón, que era un adulto siempre lleno de vivacidad y picardía, preguntaba a la señora si podía llevarse su silla.


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Los caballos de palo eran algo habitual en mi tierra, y algunas veces poníamos lazos en el imaginario pesucezo del noble bruto, y lo más sabroso era realizar una carrera entre varios centauritos.

La carrera era emocionante y corta "para que los caballos no termnaran cansados".

En distintas ocasiones ese jueguito me costó varias pelas por llegar después de las 6 de la tarde, que era la hora tope de volver a casa.

Me daba dolor y tristeza cómo mi madre destrozaba mi caballo, pero ya estaba avisado, y la culpa era mía.


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En otra oportunidad me meí en un solar vecino a agarrar unos mamones, y tratando de que nadie me observara, pero aunque logré mi propósito, me quedé enganchado de un alambre de púa, y m e delataron los enormes gritos que me produjo la andanza.

Mi madre era rústica y hermética a la hora de hacer cumplir las leyes, y antes de curarme, me daba mi castigo con un chaparrito picante.

Hoy 29 de junio de 2020, recuerdo con nitidez todas aquellas aventuras, y aunque recibí tundas de parte de mi mamá, fueron momentos muy bellos para el tesoro de mis recuerdos.

Bendiciones de Dios.



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