Vida, Contrastres y Surrealismo
Decía aquél extraordinario literato y Premio Nobel de origen alemán, Hermann Hesse, ‘que allí donde terminan los contrastes, se encuentra el Nirvana’ (1).
El Nirvana, para entendernos, significa para los budistas lo mismo que el Paraíso para los cristianos.
Yo, como Hesse, presiento también que todavía me quedan por quemar muchas estrellas de la nostalgia, que me muestren, antes de desaparecer en esa noche sin final, que es la fugacidad, el suficiente número de contrastes como para considerar que el camino recorrido ha merecido siempre la pena.
Pasos y contrastes no son, si no, los peldaños de una singular escalera, que si bien termina en la estación del Palacio de la Sabiduría, permiten al viajero, no obstante, hacer las suficientes escalas, como para conseguir que el viaje –ese incierto rendez-vous con el destino- suponga una prolongación de esa prosa poética y visual, que después de todo se esconde en ese milagroso accidente que es la vida.
La vida, si nos detenemos a meditar sobre ella el tiempo suficiente, es como una puerta que nos invita siempre a franquear el umbral, permitiendo que sea el azar quien nos sorprenda al otro lado.
Notas, Referencias y Bibliografía:
(1) Hermann Hesse: ‘El Caminante’, Editorial Bruguera, S.A., Primera Edición, Barcelona, marzo de 1978.
AVISO: Tanto el texto (excepto la cita convenientemente reseñada), como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual.