El vals de los recuerdos
Desde que las inmortalizara Homero, poniendo a su héroe Ulises en una difícil tesitura, es muy posible que el espíritu de las sirenas se haya fundido con el agua y juntas entonen desde entonces la más seductora de las canciones.
Hasta tal punto seduce su melodiosa canción, que infunde ánimos de navegar desde la más tierna infancia.
Y hay personitas afortunadas, que siempre tienen ocasión de aprender a llevar el timón de un barco, sin perder el compás marcado por unas olas, que aun prácticamente inexistentes en ese hermoso lugar donde dos ríos se abraza para ser más fuertes, no por ello su canción deja de ser, en ocasiones, como el más temperamental de los valses.
Porque a fin de cuentas, si el Danubio le inspiró a Strauss el más famoso de sus valses, el armónico conjunto que forma aquí el Sil y el Miño, me inspiró a mí el recuerdo de las sirenas y mis frustrados sueños de llevar un timón, más allá de aquéllos charcos donde navegaban mis humildes barquitos de papel.
AVISO: Tanto el texto, como las fotografías que lo acompañan, son de mi exclusiva propiedad intelectual y por lo tanto, están sujetos a mis Derechos de Autor.
Un texto muy tierno, refleja un sentir verdadero al llevar las riendas del timón de la vida.
Un gusto leerte, las fotografías son hermosas.
Saludos
Qué hermosa metáfora es aquella de poder llevar con firmeza y corrección las riendas del timón de la vida; de poder ser el patrón de tu propio barco y afrontar con valentía los diferentes rumbos que ésta te tenga deparado. Ver como desde pequeños se comienza a tomar cierta responsabilidad, resulta también un grato placer y un recuerdo inolvidable, sobre todo si éste se produjo en un lugar tan hermoso e increíble como la Ribera Sacra. Muchas gracias por tu amable comentario y un abrazo desde Madrid.
Cuando dices del barco de papel, recuerdo mi infancia, la mayoría de los juegos eran tan inocentes, jugar con mis amigos era la gloria, ahora los niños no salen a hacer ejercicio, y yo no hablo de la pandemia, los video juegos convierten nuestra infancia en seres de mucho peso, no se mueven ni toman el sol, en fin no extiendo más mi comentario, pero en realidad estos niños serán adultos muy enfermos.
Me parece bastante razonable tu comentario, amiga @lupega y creo que más o menos los que ya tenemos cierta edad, conocimos aquellos barquitos de papel y cuando no había papel, cualquier rama servía para ponerla a navegar en las corrientes formadas por la lluvia. Yo no puedo quejarme de mi infancia, que si bien humilde, nunca me faltó diversión e imaginación para ser bastante feliz. Creo que hoy en día, los padres deberían pensar más en sus hijos y no educarlos en el capricho, pero claro, cada uno supongo que actuará como mejor le parezca. La bollería es un problema a nivel mundial y sin embargo, no parece que a muchos adultos les importe. Suelo verlo a menudo, simplemente cuando sales de trabajar y en el autobús la madre o el padre que van a recoger al niño o a la niña al colegio, con la merienda preparada generalmente a base de bollos, en lugar de otros alimentos mucho más naturales y sanos, como la fruta. Pero como digo, es una cuestión de sentido común y educación paterna. Muchas gracias por tu comentario y un afectuoso saludo
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