Sicario (Relato)

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El ruido de los disparos es ahogado por el bullicio de la ciudad, los proyectiles siguiendo el mandato de la dirección donde van dirigidos rompen el cristal de la ventanilla del automóvil de Paúl y se incrustan en su cabeza.

Uno a la altura de la frente, mas arriba de la oreja izquierda y el otro atravesando los pómulos, desgarrando los signos vitales sin el más mínimo chance de defenderse o ver la cara de su asesino.

Como siguiendo una voz telepática el chofer pisa el acelerador y el vehículo se pasa la luz roja y gira a la derecha para perderse entre el trafico, mientras que por segundos nadie se percata del fúnebre acto.

Mientras coloca su pistola en el asiento al lado de su muslo izquierdo, Cossimo, con gesto indiferente y mirada perdida busca en el bolsillo de su camisa un cigarrillo.

A su lado Misael hace un comentario.

-Otro que muerde el polvo- haciendo una parodia de una canción del desaparecido grupo Queen.

-Así es amigo, ahora a tomar unos tragos para esperar el próximo encargo.

No hay en ninguna de sus palabras algún sentimiento de odio o amor, de alegría o tristeza, sus emociones han ido desapareciendo dejando un vagazo de interpretaciones sin sentido en torno a los hechos en donde se desenvuelve o en donde es parte importante.

Su trabajo de sicario ha quebrado cualquier contacto razonable que indique algún motivo de pasión o respeto por valores o reglas.

Durante sus tres décadas de existencia la violencia ha sido compañera fiel en sus andanzas, una manera de vivir diferente pero a la vez ordinaria en donde los limites solo son pequeños obstáculos colocados por las circunstancias de acuerdo al bando donde se encuentre.

Cansado de tirar piedras, incendiar vehículos y gritar consignas superfluas dejó la secundaria para enrolarse en el ejercito, allí comenzó a familiarizarse con lo que serían sus herramientas de trabajo futuras, las armas.


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Comenzó a aprender a dejar los sentimientos propios a un segundo plano y a colocar los ideales de quienes le brindaban el sustento primero, a dejar a un lado la filosofía religiosa de no matar porque el pecado era permitir que otro traspasara los limites establecidos por las leyes sin darle un tratamiento que lo hiciese desistir de eso.

Matar por la patria es ser fiel y valiente aunque no entendiese el por qué era necesario.

Se le enseñó a vivir en condiciones precarias, a sufrir sin demostrar algún temor, a ser perro de presa en caza constante.

Fue asignado a un escuadrón de cazadores antiguerrilleros y por primera vez sintió como su piel se crispaba de una emoción indescriptible cuando sesgó la vida de un hombre, en ese momento les parecieron filosóficas las palabras del sargento que los entrenaba.

-Pecado no es matar sino dejarse que lo maten.

Su fusil y corazón se acostumbraron a esas cacerías humanas y cuando su servicio militar finalizó, inmediatamente como sediento por la sangre con la que se había alimentado por meses se fue a la policía.

Sus ansias lo llevaron rápidamente a ganar reconocimientos en su lucha anti hamponil y su osadía fueron valoradas por sus superiores pero su balance entre el deber y el poder se encontraba agrietado por los cambios sorpresivos con que las diversas ópticas de la justicia le fueron impartidas.

La estela de muertes y enemigos se fue haciendo muy grande, el crecimiento de sus debilidades se fue haciendo muy obvio y su vida mas que caminar siempre se encontraba en los limites de la cuerda, así que cambió su uniforme por un traje mas elegante y pasó a engrosar las filas de los detectives en un cuerpo más experimentado y menos publico.

Allí siguió aprendiendo todas las formas y maneras de matar, infringir dolor, cohesionar, perseguir y apresar que le han servido como escudo y guarida para conservar su existencia.

Fue en esos años en que sus andanzas le llevaron a conocer el placer del dinero fácil y del vicio legalizado o sobornado que es el más agrio riel donde se mueve la justicia manipulada y amordazada.

Su eficiencia le ganó muchas libertades y compromisos al margen de las labores que debía cumplir y cuando la política y corrupción decidió cambiar la imagen del cuerpo destituyendo a la mayoría, su futuro estaba asegurado en brazos de mafiosos, traficantes y de empresarios de doble cara quienes necesitaban de vez en cuando un trabajo sucio donde no mancharse las manos.

Entonces su pistola y temple y las diez mil maneras que aprendió para eliminar de manera limpia, segura y sin dejar rastros a cualquier escollo tomaron un valor inconfesable y descubrió un negocio lucrativo sin horario ni jefes y con mucho dinero por medio.


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El ultimo vestigio de su corazón quedó dormido bajo la lapida de su madre y su hija, muertas en un accidente de automóvil, mientras que su esposa, temerosa por haberlo engañado con uno de sus superiores desapareció para evitar las represalias junto a su amante.

El único aprecio que tiene por las cosas de este mundo está englobado en el momento que vive cada segundo, no existe presente ni pasado, solo futuro para ir cumpliendo su trabajo de sicario, sin importar que quienes caen ante los embates de sus balas puedan ser inocentes o culpables, buenos o malos, no es la persona indicada para hacer un juicio de esto, las leyes son impuestas por caprichos muchas veces y modificadas para encubrir a algún vagabundo de turno y él es solo un peón más en el tablero que mueve la sociedad.

Una alimaña común entre las miles que caminan a diario por las calles con trajes de levita y sirvientes hasta para sus íntimas necesidades.

Tal vez sea su manera de rebelarse o su inmoralidad lo que lo ha colocado allí, pero es un trabajo como cualquiera, con la diferencia que en él se cobra dinero por vidas y no se cambian vidas por sufrimientos.

Sabe que su futuro está enmarcado dentro de una bala, un puñal o un arma que le ayude a traspasar las sendas de este mundo, porque tarde o temprano pasará de victimario a victima pero no tiene tiempo para divagar o para hacer elucubraciones filosóficas de esto.

Hoy es ya y mañana tal vez no exista para disfrutarlo.

Tal vez sea el propio Misael quien se convierta en su verdugo.

Es la vida y cada quien tiene un lugar determinado para colocarse.



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3 comments
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Me encanto la historia, la vida de un sicario jejeje.... Pero tres decadas es mucho para un sicario que por lo general duran una decada a lo mucho... Depende del grado... Saludos siempre leyendo tus relatos.

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