La vanidad y el éxito (Reflexión)

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La vanidad y el éxito, para muchos –erróneamente- marchan de la mano, encadenados a la voluntad distorsionada de quienes los practican, desconociendo o ignorando, a propósito, que los límites son inexistentes y que el final de algo es apenas el principio de todo.

No siempre ambas aberraciones andan juntas, el vanidoso en pocas ocasiones es alguien exitoso porque su egocentrismo le cierra los ambientes a la amplitud y lo encarcela dentro de círculos estrechos donde aparentemente es el centro de todo, pero que realmente es apenas la cola del más mísero ratón de la ratonera.

El exitoso, tiende a olvidarse de la raíz donde nació, a dejarse llevar por el mar que lo arrulla en vaivenes, dándole temporales periodos de libertad, termina aferrado a la indolencia y se pierde más allá de la vanidad al perder su humildad.

Generalizar es caer en el mismo juego de los arribos descritos, porque aunque aparentemente forman una mayoría, son solo degradaciones del comportamiento, acentuadas por factores que distan mucho de la verdadera educación que poseen.

La evolución del hombre a través de la historia, han permitido sustituir grandes paradigmas sociales por nuevas maneras de socializar y la política monárquica y feudal ha sido desplazada por la participativa o por pequeñas experiencias que han resultado mas que experimentos, catarsis hacia una mayor integración o hacia modelos minoritarios que fortalecen la primitiva aspiración del humano, la libertad.

Resulta entonces anacrónico que equis profesional, científico, escritor o político, convierta su sobresaliente perfomance en las labores que realiza, en espada para atacar, vilipendiar o aislar a un grupo mayoritario de personas que en su misma área inician o permanecen buscando superar los obstáculos hacia una posición que por momentos él ha conquistado.

Quienes pueden mezclarse con la mayoría enaltecen y fortifican su valor moral y humano.


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Quienes desde su posición son capaces de extender la mano para ayudar a los otros son saetas que logran romper los estigmas que la vanidad y el éxito imponen.

Es intolerable toparse con quienes creen tener verdades absolutas, con quienes aseguran que las ópticas personales son infalibles o con aquellos que practican la apatía y el silencio para no comprometerse, agrediendo pasivamente a sus semejantes, emborrachándose en la droga más sutil de todas, la adulación.

Hay casos de casos y verdades en las mentiras que se inventan, hay superhombres que el espejo refleja por que la figura muestra músculos armoniosos, como también intelectuales eruditos que están convencidos que entre mas palabras de poco uso frecuente utilice en sus escritos, este es mucho mas completo, cayendo en la anarquía de una sabiduría que solo les sirve para alimentar un ego vanidoso que cada día que pasa va sumergiéndose en el abismo hostil del desconocimiento de quienes aspiran, como colibrí en flor, ir sorbiendo los conocimientos de acuerdo a la configuración que son capaces de asimilar, unos lentamente, otros aceleradamente, pero ambos dentro de los bordes de una interactividad que les permita crecer sin sentirse humillados.

Los caminos hacia un lugar preponderante deben ser abiertos, a la segregación económica debe contraponerse la voluntad y la persistencia, a la obtusa idea de ser seres elegidos para subyugar debe colocarse la humildad y el valor para ser por sobre todas las cosas servidores desinteresados, bastones de una sociedad que embrutece en ocasiones y que se transforma en verdugo del propio ser que la sostiene.

Y si es insuficiente todo este manojo de especimenes aromatizado con sabores agrios como la paranoica inestabilidad y la asepsia cerebral que producen la vanidad y el éxito no comprendido, entonces sobran razones para imaginar que quienes dan la espalda, callan o se transforman en estatuas de piedra ante la necesidad y obligación de darle oxigeno a quienes lo necesiten, cambian la perpetuidad por la muerte prematura en vida y el reconocimiento por el olvido que engañosamente termina disfrazándose de intereses inmorales o inhumanos.

El éxito es relativo, volátil e intangible, no es suficiente con obtenerlo y mantenerlo si no puede compartirse y servir de ascensor por medio de acciones loables para quienes con insistencia, ven en los que lo obtienen el reflejo de un espejo que muestra alma, sentimientos y pasión, desposeída de la arrogancia y cubierta de humildad.



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Interesante y sincera reflexión, me sentí cómoda al leerla, comparto en sus mayoría tus expresiones y sentir, no cabe duda que aunque no somos mayoría, somos un pequeño grupo que observamos el mal proceder de la mayoría.

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Muy buena reflexión, de cierto modo nos invita a la autoevaluación y eso le da gran valor. Ciertamente la vanidad y el éxito son cosas que debemos manejar muy cuidadosamente. Un saludo @joseph1956

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