En la ciudad de Scrab (Relato)

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En la ciudad de Scrab, la opinión de los invasores idxar-ienses ha ido cambiando con el tiempo.

La supervivencia y el formar parte de un reducido grupo de escogidos, fue el impulso inicial que los lanzó a la aventura, sin medir consecuencias posteriores o sopesar la balanza de acuerdo a proyecciones menos apresuradas.

Al fin y al cabo, durante décadas los comunicados del gobierno hablaban sobre emigrar a otros lugares, ya que los males eran irreversibles y la solución más inteligente era esa.

Tenían pocas alternativas, menos aun, para quienes eran familiares de soldados, obligados a vagar tras las huellas de la debacle, en la que se convirtió la carrera armamentista en esos tiempos.

Los enemigos en la lucha para subsistir, en ocasiones eran los propios amigos, que en el desespero de ser escogidos, traicionaban a cualquiera para ganar atenciones.

Los últimos días fueron terribles. Ciudades enteras fueron desapareciendo. Quienes no eran desintegrados por causa de los modernos artefactos militares, morían por enfermedades producidas en los laboratorios.

Los refugios subterráneos terminaron convirtiéndose en tumbas colectivas y el caos terminó por extinguir todas las especies.

El espacio oscuro y profundo pasó a ser un hogar transitorio, mientras lo más sanguinario del ejército exportaba el terror hacia Xor.

Muchos se sintieron y aun se saben condenados a vivir el resto de su existencia en la zozobra que produce la confrontación irracional y el servilismo ciego hacia quienes viven en los límites de la decadencia e intentan justificarse con el poder que no conoce equidad ni reciprocidad sino abandono, soledad y maldad.

El alma colectiva en los primeros cinco años estuvo cabalgando en los designios del pueblo errante que consigue un lugar y lo defiende para sobrevivir.

Estuvo manchado por la persecución sin piedad hacia los xor-ienses, legítimos dueños del hogar que les fue destruido.


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Por la esclavitud para lograr cometidos que parecían sencillos pero que terminaron siendo solo promesas imposibles de cumplir, porque el espejismo de un segundo hogar con las mismas comodidades y beneficios, no tenia bases sustentables, dado la diferencia de condiciones ambientales y tecnológicas de ambas especies y a la improvisación mercenaria de los cabecillas que terminaron engañándolos al predicar que seguían las líneas previsoras marcadas por Keong y Xeof.

Al final son tan refugiados como los nativos, tan prisioneros como los tapiados en los subterráneos.

La misma pirámide bamboleante que acabó con la sociedad idxar-iense, donde los beneficios son para una minoría, existe tras veinte años en Scrab y las simpatías por los prisioneros, esclavos y refugiados de Xor ha ido ganando terreno, convirtiéndose en una clase social mas entre todos.

Por tal razón las condiciones esclavizantes han sido sustituidas por el intercambio y una libertad condicionada a no salir de la ciudad, cosas que solo hacen los soldados, porque aunque es una ley para los xor-ienses, termina siendo limitante para todos.

En los primeros años, cada esclavo vivía encerrado en una pequeña celda de la casa, posteriormente esta fue sustituida por una habitación mas amplia y actualmente grupos de xor-ienses comparten una casa, la mas grande con ocho habitaciones individuales.

Mientras que para los idxar-ienses Scrab es una tumba alejada de su hogar, los xor-ienses son extranjeros en su propio planeta y la ira y decepción ha ido dando paso a un conformismo angustiante, ante la impotencia de enfrentar a un gigante con solo las manos.

Muchos ex soldados de Xeof, vagan deseando haber muerto en la batalla, pero una esperanza salida de la fantasía del inconsciente les mantiene aferrados a una venganza que se esparce entre la ambigüedad de la gloria y el fracaso.


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Zenox es un ejemplo claro de eso.

Sus cincuenta y seis años, han dado paso al cansancio pero también a la astucia de la experiencia.

Estuvo al mando de uno de los últimos frentes de combate, que intentaban dar tiempo a Xeof para huir, pero que fue insuficiente al ser destruido el palacio.

Por mucho tiempo lamentó estar vivo, pero las circunstancias fueron obligándolo a permanecer con la moral en alto.

Sobrevivió a los duros trabajos de construcción de la ciudad, a los maltratos físicos de los Orf y a los cambios alimenticios que terminaron matando a muchos.

La frustración ante la misión no cumplida, le ha hecho dejar a un lado su espíritu de batalla y lo ha sustituido por una pasividad que se le antoja extraña, pero que le ha ganado simpatías entre muchos de sus coterráneos. Porque si algún sentimiento existe entre los sobrevivientes en la ciudad, es el de desesperanza y el de conformismo ante un futuro que no podrá ser cambiado.

 
 

Extracto del Capitulo V de mi novela "Shytaix"

 

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