El primer día de Paulito en la escuela (Relato)

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El primer día en la escuela fue histórico, mi mamá muy temprano intentaba levantarme pero yo me acurrucaba y arropaba con la sabana constantemente, no sé cuanto tiempo pasó hasta que finalmente logró que me despertara.

Lo hice interiormente protestando en contra del que inventó que el horario de clases para niños tan pequeños debía comenzar a tan tempranas horas, sin dudas los mayores no tienen el mínimo de respeto por nuestras costumbres.

Durante todo el trayecto solo iba viendo fugazmente cosas que mi semi-inconsciencia podía retratar, un grito disgustado de mi mamá a la llegada al colegio causó que me despabilara completamente, muy pocas veces lo hace, por lo que me di cuenta que para ella el que fuera al colegio era importante.

-Despiértate Paulito, ya llegamos, no pensarás escuchar clases dormido.

De la mano me llevó hasta el salón de clases y allí conocí a mi primera maestra.

Una señora gordita, bajita y con lentes que le hacían ver los ojos grandotes.

Todos allí estábamos en la misma situación, teníamos el síndrome del abandono maternal en manos de un extraño, muy lejos de nuestras casas.

Poco a poco, algunos tras un concierto de lagrimas y gritos, fuimos aceptando que estábamos abandonados, como náufragos, en la isla del aula de clases y que el único ser existente en el mismo, diferente a nuestra condición, era la maestra con cuerpo de tortuga, que nos miraba intrigada detrás de las lupas de sus lentes, por lo que instintivamente creamos una solidaridad invisible que provocó que naciera un acercamiento instantáneo de fraternidad entre todos.


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Una hora después ya éramos conejillos de indias listos para que el sistema educativo comenzara a experimentar en nosotros.

Calmada la insurrección de llantos, nos dieron unas barras de colores de un material muy blando con el que podíamos hacer cualquier figura que se nos ocurriera, se llama plastilina, si no me equivoco, y me pareció muy genial que existieran estas cosas ya que permite que la creación artística innata pueda dar rienda suelta a los impulsos.

A Javier se le ocurrió la idea de hacer bolas y a mí la de hacer guerra con ellas, aprovechando que la maestra se encontraba en la puerta conversando con otra, y en pocos minutos mísiles de estos instrumentos volaban de un lugar a otro del salón, estrellándose contra lo que se atravesara a su paso y logrando que algunos alcanzados comenzaran de nuevo a hacer funcionar sus lagrimales.

La intervención del cuerpo de paz encabezado por la maestra tortuga acabo con mi primer conflicto bélico escolar y creó los bandos para una futura revancha.

Algo asustada nos fue pasando a la sala de baño y limpiando a cada uno, colocando de paso el casette que decía.

-Eso no se hace, no se lanzan cosas entre los amigos.

De seguro era la primera vez que se conseguía con niños tan despiertos y liberales.

A la hora del desayuno, como soldados, fuimos cada uno tomando el biberón correspondiente y en unas colchonetas colocadas en el piso nos lo bebimos.

Siguió a este un rato para dormir que nos sirvió para recuperar fuerzas y entrarle con ganas a las siguientes labores.

Nos dieron unos lápices de colores que se llaman creyones y son de cera, bueno así dijo la maestra que se llamaban y de paso me dejó una interrogante que aún no he logrado responder.

¿Si son de cera, serán de lo mismo con que mamá pule los pisos?


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También nos dio unas carpetas con hojas gruesas también de colores.

Derroché inspiración y arte en mis dibujos abstractos conformados de rayas en todas las direcciones y muchos colores y sentí no tener uno de estos creyones en mi casa para verle la cara a papá mientras lo utilizo.

Los niños parece que nacemos con un don artístico especial, porque todos, incluso los más lerdos, utilizaron de manera magistral los lápices, para complacencia de la maestra quien nos felicitó y premió con una chupeta.

Las horas pasaron volando y cuando mi estomago comenzó a ser devorado por los dientes del hambre llegó mi mama y todas a buscarnos.

La tortuga le comentó lo bueno de mi conducta y sobre lo aplicado que había sido en mis labores mientras yo por dentro decía: “Uju, si supieras toda la verdad mamita”

Aunque debo confesar que ese gesto de complicidad hizo que sintiera un cariño especial por mi maestra, por supuesto, sin descartar las próximas travesuras.

En el camino de vuelta, ya bien despierto pude contemplar los árboles, las calles, los autos, los edificios altísimos y a la gente adulta siempre apurada y preocupada.

¿Será que el mundo de los niños es más feliz?

 
 

Nota: "Capitulo VII" de mi novela "Memorias de Paulito"



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Hola amigo @joseph1956 que bueno encontrarte por aquí. Me gustó tu relato de Paulito en la escuela, con mucho pensamiento de experiencia pero con cuerpo de niño. Estoy en estos momentos leyendo mucho sobre como escribir historias con el Storytelling y buscando información sobre el copy writing. No se si puedes ayudarme más sobre mi investigación. Gracias de antemano y saludos.

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Saludos, claro que puedo ayudarte, recuerda que tengo una editorial y conozco el tema. Contactame por mi discord y allí hablamos. Mi usuario es Joseph1956#1977

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Me encantó tu relato, además de divertido, son las experiencias de un niño, creo que casi todos hemos pasado por alli y nos sentimos identificados . Saludos

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