Una gran parte de mi educación sentimental tiene al bolero tradicional como referencia obligada, y así seguirá siendo hasta mi muerte. El bolero nos constituye desde la cultura raigal que nos define como latinoamericanos. Entre las más grandes exponentes del bolero está, sin duda, Toña La Negra, nombre artístico de Antonia del Carmen Peregrino Álvarez, cantante mexicana fallecida un 19 de noviembre de 1982. “Vereda tropical”, “Arráncame la vida”, “Lamento jarocho”, “Cenizas”, entre muchas de sus canciones, seguirán vivas en nuestro sentimiento, que vuelve a ellas cada cierto tiempo.

Tomé para título la frase del escritor cubano Guillermo Cabrera Infante de su novela homónima, presente antes en Tres Tristes Tigres, que no alude a Toña La Negra originalmente. Para la microficción seguí algunos aspectos de su vida, sobre todo en su relación profesional con el gran compositor mexicano Agustín Lara; por ello es una especie de monólogo dramático con él.

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Aquel cabaret: “El Retiro”, ¡qué buen nombre para debutar! Pues la vida es un entrar y salir siempre. ¿No, Agustín? Contigo aprendí (suena a bolero) tanto, a ti te debo lo que he sido, en esta fama que nos ensalza y nos condena. Lamento que te hayas ido y me hayas dejado con este deseo incumplido de decirte.

Me hiciste habitante inmortal de mi Veracruz nativa. “Veracruz, vibra en mi ser / Algún día hasta tus playas lejanas tendré que volver” (1), escribiste; pero no he podido volver; ojalá mis restos sean llevados algún día a aquella tierra donde “nací con la luna de plata”.

Siempre es tan poco lo que una puede, al final, decirle a los que fueron alma en su vida. Y eso fuiste tú. Aquella oración (2) que me diste para interpretar fue tan sentida en mí, y hoy la rezo cada vez: “Piedad para el que sufre, piedad para el que llora”, creo que así dice, si mi pobre memoria no se equivoca. Sí, así, y ahora recuerdo lo que sigue: “Un poco de calor en nuestras vidas, y una poca de luz en nuestra aurora”. ¡Qué hermosos versos, Agustín! Esa poca luz…

Fuiste tan generoso conmigo, que llegaste a decir que era “la más grande cancionera de todos los tiempos” por mi estilo personal. Mi voz se hizo, como dijeron “aterciopelada”, “redonda”, por esa herencia musical de mi padre y de mi inolvidable madre, y seguramente también por la raíz haitiana de mi abuelo.

El bolero fue mi gran pasión, corría por mis venas ese sentir que lo hizo tan nuestro, tan mexicano, y tú lo demostraste. Fui “cancionera” de boleros, pues fue mi esencia vital. Hay una canción cuya letra no fue tuya (pero pudo haberlo sido), que me recoge y canté, como si hubiera sido escrita para mí: “Cancionera nací” (3). Quizá así me viste. Te quiero dedicar unos versos de ella para despedirme, mi Agustín:

Soy alondra prisionera en las redes del amor,
soy la eterna cancionera, soy la novia del dolor,
es mi pena negra bruma que envuelve a mi corazón,
y mi alma es como melancólica canción.

Referencia:

https://es.wikipedia.org/wiki/To%C3%B1a_la_Negra

Las canciones a las que aludí en esta microficción existen en Youtube; pueden ver aquí: 1 y 2 y 3, y otras muchas de Toña La Negra. También aquí.

Gracias por su lectura.