El Juicio — Relato

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El Juicio



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— ¿Jura usted decir la verdad, solo la verdad y nada más que la verdad?

— Lo juro… —. Respondió el acusado.

— ¿Asesinó usted a esas personas la madrugada del viernes anterior? —. Pregunta ferozmente el abogado demandante.

— Sí… —. Respondió tranquilamente el acusado, con una calma que ni siquiera la más quieta de las aguas podría emular.

— ¿Y sin embargo, se declara usted inocente? —. Preguntó nuevamente el abogado, sintiéndose ganador del caso que apenas estaba empezando.

— Correcto… —. Respondió el acusado, quien no sentía ni una gota de remordimiento por sus acciones.

— ¿Cómo puede usted admitir su culpa y aun así declararse inocente? —. Preguntó.

— Porque yo los maté, pero los culpables fueron ellos… la sociedad y este mundo que se encuentra lleno de la más pestilente basura que ha existido… —. Contestó el acusado incluso más calmado que antes, denotando así que sentía que sus acciones estaban bien justificadas.

— ¿Puede usted darnos más detalles sobre lo acontecido aquella madrugada? —. Solicitó el abogado, que al ver que había respondido a todas sus preguntas, no habría razón para mentir ahora.

— Le recuerdo que tiene derecho a solicitar un abogado, no tiene que defenderse usted mismo —. Dijo el juez.

— Lo sé, pero no necesito uno, un abogado no podría defenderme de la misma forma que lo haría yo… un abogado no podría siquiera entender mis acciones, quizás ni siquiera usted podría entenderme, y no deseo que lo haga… solo deseo que conozca mi historia completa, y luego de escucharme… asigne la sentencia que usted crea más conveniente… —. Respondió con la sangre más fría que se podría haber observado nunca.


— Entiendo… Por favor, prosiga… —. Respondió el juez.

— Toda la vida he sido una persona mediocre, nada fuera de lo ordinario, sufrí por lo mismo que cualquiera podría haber sufrido, pero me cansé de soportarlo más…

— Objeción su señoría —. Dijo el abogado demandante. — No está respondiendo a la pregunta.

— Solamente intento poner en contexto mis acciones, pues es lo único que podría ayudarme en mi defensa —. Respondió el acusado.

— Lo permitiré… prosiga. —. Respondió el juez.

Así comienza la historia de nuestro protagonista…

Desde niño sufrí de incontables abusos por parte de mis compañeros de estudios… siendo víctima de múltiples golpizas propinadas por ellos que a pesar de que solo tenían nueve años… han sido las personas más crueles que he conocido… y nadie hizo nada… realmente no podría decirle quienes son las peores personas de la sociedad… aquellos que hacen daño, o aquellos que pudiendo, no hacen nada por brindar ayuda… y en vez de esto… solo optan por hacerse ciegos y fingir demencia… “ignorando” todo lo que a ellos no les afecte, sin saber si realmente un día serán ellos una víctima más de la putrefacta sociedad…

Al llegar a mi hogar, donde deseaba sentirme seguro y refugiarme entre los abrazos de mi madre… solo conseguía más maltrato… debido a que llegaba golpeado, sucio y con mis ropas rotas… recibía el consuelo de mi madre… y los golpes del cinturón de mi padre… y mi pobre madre… cada vez que intentaba defenderme… recibía el doble de los golpes que me daban a mí… cada noche yo deseaba hacerle a mi padre lo mismo que hice con esas “personas” si es que así se les puede llamar, la madrugada del viernes…

— Su señoría el acusado no está respondiendo a la pregunta —. Dijo el abogado.

— Lo lamento, pero el abogado tiene razón, sea más directo en su respuesta —. Exigió el juez al acusado.


— Bien… —. Dijo el acusado, quien luego de unos breves segundos necesarios para conservar la calma, procedió a responder.

La madrugada del viernes fue el día que asesiné a mis vecinos…era pasada la medianoche y en su casa se escuchaban los gritos de un niño que pedía auxilio, tomé mi arma de mi gabinete y fui corriendo hacia allá… cuando entré vi tirados en la sala a dos drogadictos inmóviles, quienes aún se encontraban con el brazo prensado para inyectar la droga que ahora los tenía presos en sus propias mentes… Asumí eran amigos de mis vecinos, pues ninguno de ellos vivía ahí, y un ladrón no haría eso en una casa que estuviese robando… la vista era repugnante, pero pasee mis ojos por todo el lugar y no veía ni a mis vecinos, ni a su joven hijo que escuchaba pedir auxilio… nuevamente escuché un grito proveniente de la planta superior de la casa, donde se encontraban las habitaciones y allí vi al pobre niño atado a su cama, a su madre que yacía muerta a su lado y al padre que sostenía firmemente un cinturón de cuero con marcas de sangre proveniente de las heridas que había dejado en el niño, y del cuerpo de la difunta mujer…

Al ver esto… evocaron los recuerdos de mi infancia y de mi adolescencia… no lo resistí y le disparé en su cráneo… saqué al niño de ahí y asesiné también a los dos que se encontraban drogados en la sala del recibidor… solo eran basura que no hacían nada por ayudar al niño, tan culpables como el propio padre por lo que ahí había pasado…

— ¿Y qué pasó con el niño? —. Preguntó el juez.

— Llevé al niño a emergencias para que lo atendieran… pero este no sobrevivió… su drogado padre esa noche había cobrado dos vidas… la de su hijo y la de su esposa… pero pagó con su propia sangre… y realmente me pareció un precio muy bajo por todo el daño que hizo… —. Respondió el acusado. — Fui voluntariamente a entregarme y aquí me tiene, contando mi versión de la historia y dispuesto a aceptar la decisión del jurado sea cual sea.

— ¿Cómo declaran al acusado por el delito de homicidio al Sr. Cooper? —. Preguntó el juez al jurado.

— Inocente, su señoría —. Respondió el vocero del jurado.

— ¿Y cómo declaran al acusado por el delito de homicidio de las otras dos víctimas? —. Preguntó nuevamente el juez al jurado.

— Culpable, su señoría —. Respondió nuevamente.

— El acusado es declarado culpable por el cargo del homicidio de las dos personas presentes en la sala del Sr. Cooper y es sentenciado a veinte años de prisión con posibilidad a reducción por buena conducta —. Dictaminó el juez.

Esa misma noche aquel que había sido sentenciado, se suicidó en su celda y dejó una nota que decía.

“Yo no fui el culpable, la culpa es de la sociedad. Es tan culpable quien mata, como aquel que lo pudo evitar y no hizo nada al respecto”.





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3 comments
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Wao, profundo y muy bien relatado. Me encanta tu manera de escribir, querido @draconel. Excelente relato, y de verdad como dices al final, hay cosas muy injustas en esta sociedad. gracias por compartir tu inmenso talento, te dejo mi apoyo por aqui.

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