La posada

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Para el año 2001, la posada era un negocio muy próspero, querían invertir en el extranjero, Adelaida hablaba de invertir en Panamá o Argentina y los otros querían hacerlos en Estados Unidos.

Ignacio estaba contento con los pensamientos de sus hijas y yernos. Una noche estaba sentado en una de las churuatas hablando con Belkys le decía:

-Mi amor hemos hecho una fortuna, hemos ayudado a muchas personas, ve nuestra posada tan bella y productiva, idea de Adelaida; pero tengo miedo que la perdamos.

-¿Por qué tú dices eso mi amor? -preguntó Belkys.

-El gobierno es comunista y los comunista no quieren nada con las propiedades privadas; porque todo tiene que ser administrado por el estado y sé que se van enamorar de esta posada.

Belkys lo veía; pero no entendía lo que decía su esposo; sin embargo, volvió a preguntar:

-¿Y que tú crees qué debemos hacer”?

La respuesta no se hizo esperar:

-Vender, mi amor. Hay que vender e irnos del país, bueno ustedes yo no, ya no me siento bien, tengo 76 años, Belkys, no puedo andar de viaje en viaje y menos empezar nuevamente.

-Ignacio ni vamos a vender ni vamos a viajar.

-Está bien, lo que ustedes decidan pero es un error, después se darán cuente y ya será tarde.

Se fueron a acostar, el otro día cada quien desempeñaba su función, don Ignacio caminaba con Pedro por el jardín y Belkys había ido a buscar a Ignacio nieto, al llegar a la casa lo primero que hacía era buscar a su abuelo.

Lo encontró, lo abrazó y lo besó y le pidió:

-Abuelito dame jugo de guayaba.

Ignacio lo llevó al comedor y le mandó a preparar dos jugos de guayaba. Se lo tomaron y don Ignacio se lo llevó para el cuarto y le dijo:

-Dile a tu mamá que venga aquí.

-Sí, abuelito, ya le dijo.

Llegó la hija y le preguntó:

-¿Te sientes mal?

-¿Te acuerdas cuando me abrazaste en la sala de estar del consulado que colocaste mi cabeza en tu regazo y acariciabas mi cabello, quiero hija mía que lo hagas ahorita, que mientras tanto te voy a contar algo.

-Está bien.

Con mucha ternura tomó con sus manos la cabeza de Ignacio y la atrajo hacia su pecho, le acariciaba su cabello y volvieron a salir aquellas lágrimas de dolor que esa ocasión humedecieron el pantalón de Adelaida y que en este momento sucedía lo mismo; pero ya no eran de tristeza sino de impotencia; porque no podía cambiar lo que se avecinaba al país. Él le dijo con voz suave con tonos de paz:

-Hija, vendan la posada y cada familia se vaya al extranjero, te llevas a tu mamá, no la vayas a dejar.

-Usted también se va con nosotras.

-No hija, yo no, te llamé para despedirme, tengo mucho sueño, me siento relajado, gracias doy a Dios por conocerte, Adelaida, y gracias te doy a ti por volverme las ganas de vivir. Adelaida estaba desesperada, veía como Ignacio emprendía viaje al encuentro con Dios; pero en su rostro las lágrimas se secaron, para dar paso a la sonrisa de amor, bondad y cariño que lo caracterizaba.

Ella le quitó la ropa, en la misma cama lo limpio, lo vistió con el flux marrón, le colocó los zapatos pero antes los pulió como él lo hacía. Lo acomodó en el centro de la cama, boca arriba cruzo sus brazos sobre el pecho y le ayudó a cerrar sus ojos.

Después del sepelio, la persona que más lloró fue Belkys; porque las demás ya había sido previamente preparadas por el mismo Ignacio.

Se reunieron todos en la sala de estar y Adelaida tomó la palabra:

-La última voluntad de don Ignacio es que debemos vender la posada e irnos para el extranjero; porque de acuerdo a lo me dijo el señor viene un comunismo que acabará con Venezuela, hambre, expropiaciones, escasez de combustible, de efectivo y muchas cosas negativas.

Todos tuvieron de acuerdo. Adelaida continuó hablando:

-Yo me voy para Argentina y conmigo me llevó a maita y a paíto

Por su parte, Rosalbita dijo

-Yo me llevo a Dayana y a Yilení.

Roberto dijo:

-Me llevo mis padres.

Intervino el Maracucho:

-¿Mi esposa y yo qué vamos hacer?

-Se vienen con nosotros. -le dijeron Martin y Maritza.
En marzo del 2002 se vendió la propiedad y en julio de ese mismo año la gente de la posada del Descanso estaban en diferentes países, Argentina, costa Rica, EE UU, Colombia, eran familia de bien, con comercios, bien establecidos, y totalmente productivos, Cada familia exhibía en las paredes de la sala de sus viviendas una foto de la Posada con su personal, en honor al sociólogo Ignacio López.



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