Casimira

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Hoy recuerdo como su cabellera de negro azulado se tornó blanca como la nieve de las sierras nevadas y como las cenizas de los leños que sucumbieron al fragor de las llamas dando paso a un plateado.

Pleno de sapiencia y experiencia; pero en su rostro un dejo de tristeza reflejada en su alma como el reflejo triste del payaso cuando nadie ríe

Sentía angustia de mirarla sola en su vieja silleta con su mirada vacía contemplando la gallinas, las matas y el perro, en el patio de aquella casa, y afloraban de sus luceros, casi sin brillo, perlas de cristal y de melancolía

Perlas que gritaban con desespero:

-Casimira no estés triste mira a tus nietos, sé fuerte y siente el esfuerzo que hace el viento para jugar con las cenizas del tiempo

Sé fuerte y siente como retozan las ramas del viejo mango para distraer ese pensar que está impregnado de nostalgia y te sume en el silencio de un profundo pesar.

Hermosos recuerdos vienen a mi mente, hoy anécdotas, que les relato a mis hijos que callados y con mucho respeto escuchan extasiados aquellos cuentos de mi niñez y me preguntan:

-¿Papá tu abuela te enseño a leer? ¿Te pegaba cuando te portabas mal?

Interrogantes que les contestaba con el mayor cariño y mucha sencillez

Recuerdo aquel libro “Mantilla” donde me enseñaste a leer, el tabaco malo de mascar que te compraba en la bodega de Yuyín y me pegabas.

Que me enseñaste a conocer el tabaco bueno que vendían en la bodega de Ferrer

Cuando tus amigas te decían .. Casimira tienes un nieto grande y tú contestabas “está a la orden”

Que esas misma amigas, a los días, iban a la casa a pedirme prestado para hacerle los mandados

Que te decía:

-Abuela no me pongas más a la orden de esas señoras y me regañabas

Recuerdo mi última lección que se llamaba “El Niño y León” en el libro “Mantilla”.

Que la leí sin deletrear, corrido como decía ella, y no creía que leía tan bien.

Molesta me dijo:

-Te aprendiste esa jodía de memoria -y me pegó

Yo le decía:

-Abuela me enseñaste a leer, no es de memoria

Me reía porque la doña no creía, pero estaba feliz porque leía

Ahora comprendo el amor que tengo, por las letras, por la lectura y el escribir

Soy tu obra Casimira, y estés donde estés, gracias te doy por enseñarme a leer, gracias te doy por enseñarme a escribir y hacer de mi un hombre humilde y servicial, también te doy las gracias por enseñarme a convivir



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