Hola a toda la familia de Hive, hoy quiero compartir con ustedes un escrito que nace de mi amor incondicional para mi hijo Darlin, por ser su cumpleaños número 13, por ser mi primer hijo, y sé que toda madre vive esta experiencia tan maravillosa y a veces nostálgica.

Todos los cumpleaños son especiales, sobre todo cuando es el cumpleaños de un hijo, sobre todo cuando comienzas a recordar desde el momento que fue concebido, desde aquel día que supiste que ya empezaba a crecer dentro de ti, y te vas dando cuenta que el tiempo pasa muy rápido, te vas dando cuenta que ya está perdiendo las ganas de abrazarte tanto como antes, porque le entraron las ganas de sentirse grande, ya es grande... ¡Sí... Ya eres grande!.

Con una inocencia intacta y fuera de maldad, que nunca quisieras que la perdiera, pero que sabes bien, que dentro de pocos años ya no será tan inocente y posiblemente te dará unos cuantos dolores de cabeza, pero sigues soñando y sintiéndolo como si fuera un niño... ¡Sí... Aún es un niño!.

El primer hijo, el primer amor, el que te enseñó a cambiar pañales, a conocer el sueño perdido, a descuidarte un poco, a adivinar sus gestos y explorar su llanto, el que te llevó a hacerte preguntas muchas veces si lo estabas a haciendo bien, y recuerdas la primera vez que lo llevaste al colegio y lloraste, quien con su sonrisa te hacía olvidar cualquier travesura y te armó de paciencia, pero sobre todos esos recuerdos y el que más prevalece, fue el primero que te enseñó por primera vez, a ser MAMÁ.

Y comienzas a revisar las fotografías, desde aquel día que nació, contando todos los cambios en el camino, y te vas dando cuenta que siempre has estado ahí y te entran aquellas ganas de llorar porque hoy lo miras, ya hecho casi un hombresito y te vuelves a decir...¡Que rápido ha crecido!, con los ojos aguarapados.