Historias en su tinta 018: "La Coleccionista", por bonzopoe

Lucía estaba de lo más emocionada ese día. Carlos, su novio, la había citado en el parque Rodgers, una antigua cantera que había sido transformada en un hermoso parque público al estilo del Central Park de Nueva York, con lago, senderos para hacer ejercicio y amplias áreas verdes.

El parque Rodgers tenía además la particularidad de tener rastros de su pasado por todas partes, ya que era común encontrar en él rocas de lo más interesantes así como uno se encuentras conchas marinas en la arena de las playas.

Además contaba con un mirador en lo mas alto de la zona de más profunda excavación de la cantera, y a la que no se podía descender por razones de seguridad. Era tan peligrosa que ni los escaladores más preparados se atrevían a aventurarse en ella. La gente lo llamaba "Little Colorado", en alusión al Gran Cañón de Colorado.

Lucía y Carlos se habían conocido en los senderos del parque, mientras entrenaban sin saberlo para el mismo medio maratón, después del cual formalizaron su relación y se volvieron inseparables. Ese día Carlos citó a Lucía en el mirador del Little Colorado, lo que para ella solo podía significar una cosa: iba a proponerle matrimonio.

Desde la apertura del parque, un par de décadas atrás, el sitio era uno de los lugares más socorridos por la población para este tipo de acontecimientos, debido a las hermosas vistas que se tenían desde el mirador, sobre todo al atardecer. Lucía fue vestida con ropa deportiva al sitio, como era habitual en ella cada vez que iba al parque. No pensaba delatarse ante Carlos y arruinarle la sorpresa.

Al atardecer, al llegar al sitio, Lucía comprobó emocionada que había acertado. Carlos usaba perfume, algo inusual en él al acudir al parque, y estaba particularmente nervioso. Justo antes de que el sol se ocultara en el horizonte Carlos se puso de rodillas y le pidió a Lucía que se casara con él. Y con un par de corredores que pasaban por ahí como testigos casuales del momento, Lucía le dió el sí a Carlos, al tiempo que lo besaba y los corredores aplaudían emocionados ante la escena.

Lucía había llevado consigo una cesta de picnic como parte de su coartada, y en ella había sandwiches y algunas bebidas, así que se dispusieron a celebrar con un picnic a la luz de la luna en un pequeño claro en la parte más alta y apartada del mirador, para poder tener algo de privacidad.

Después de cenar y retozar un rato en el césped, Carlos se sintió extrañamente cansado y sin darse cuenta se quedó dormido. Lucía sonrió al darse cuenta de sus ronquidos, se liberó de su abrazo y empezó a recoger y guardar todo en la cesta. Al terminar se sentó juntó a él, y en silencio lo miró dormir por un rato, para luego darle un dulce beso en los labios, y susurrarle al oído: gracias por regalarme uno de los días más felices de mi vida.

Acto seguido buscó una roca, de las que abundan en el parque y con ella golpeó el rostro de Carlos hasta dejarlo irreconocible. Lo envolvió en el mantel que usaron para el picnic y lo hizo rodar hasta que cayó por el barranco. Con una sonrisa en los labios lo miró caer dando tumbos hasta perderse en la oscuridad del fondo. Acto seguido guardó la roca en la cesta, tomo esta, se puso sus audífonos y se marchó a casa escuchando una y otra vez la canción favorita de ambos.

Unos meses más tarde Lucía conoció a Rodrigo en unas clases de Yoga que se imparten en el parque Rodgers. Atlético, bien parecido, y recién llegado a la ciudad, lo suyo con Lucía fue amor a primera vista. Tanto que a las pocas semanas se mudó a vivir con ella.

-Amor, siempre he querido preguntarte algo.

-Dime cariño.

-Habiendo rocas tan lindas en el parque, y pudiendo tener una colección de geodas, ¿porqué tienes esta colección de rocas tan sin chiste en tu recámara?

-No te preocupes por eso cariño, ya pronto lo comprenderás. Confórmate ahora con saber tienen un enorme valor sentimental para mí, y me recuerdan los días más felices de mi vida.

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