Niños Especiales

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(Edited)

¿Qué es la inteligencia?
¿Dónde está realmente el entendimiento?
¿Qué sentido tiene razonar y pensar cuando es posible acceder a un recurso que da todas las respuestas?

Actualmente tengo en mi casa a un niño especial. Es un niño de 33 años. Su mamá, hermana de mi esposa, sufrió un ACV hace poco, perdió conexión con el lado izquierdo de su cuerpo, ha estado convaleciente en nuestra casa desde hace dos meses. Cuando ella comenzó a recuperarse, pidió que le trajeran a su hijo, y aquí estamos todos, en una nueva aventura.

Entre las primeras cosas que vi, noté que él revisaba mucho la nevera y la cocina. Comencé a comprar, todos los días, cambur y pan para que él siempre encontrara algo que comer. Luego me informaron que tal vez él no controla bien los límites de las cantidades que come, tuvo episodios de mucho hipo y malestares, así que tuve que aprender a esconder de él la comida, y a preguntar cuánto había comido antes de pensar en darle algo.

Recientemente hubo en nuestro apartamento una reunión de hermanas de la iglesia. Vinieron a orar por nuestra familia, para que Dios nos acompañe en el difícil trance que estamos pasando (en realidad, no ha sido tan difícil). Me llamó la atención que trajeron a un niño especial, Marcos, el nuestro se llama Jesús.

Marcos es un niño de 22 años, tiene mucha fluidez al hablar, dice oraciones completas muy coherentes, domina el lenguaje hablado. A Jesús, por el contrario, poco se le entienden las palabras, aunque he podido notar que es extremadamente inteligente. He estado pensando que puedo enseñarle a leer, pero no estoy seguro de poder lograr que se interese en eso.

Se me ocurre que las personas tienden a subestimar a los niños especiales, dejan de asignarles responsabilidades serias y ellos se acostumbran a andar como que no tienen obligación y no se esfuerzan. En dos años que Jesús pasó en Colombia, lejos de su mamá, su papá le apretó las tuercas y aprendió a hacer cosas elementales que no estaba acostumbrado, como lavar su plato después de comer.

Marcos y Jesus - IMG_20201007_084700.jpg
Marcos al frente, Jesús al fondo [+zoom]

Ahorita la hermana de mi esposa está casi totalmente recuperada. Ya mueve cada parte de su cuerpo y tiene mucha fuerza. Puede caminar lejos, pero le falta equilibrio, eso lo va a recobrar con caminatas guiadas y otros ejercicios. Su recuperación ha sido un verdadero milagro.

Quiero compartir una anécdota que publiqué en facebook sólo para nuestra familia. La titulé "Cactus y Enredaderas". El cactus es el niño especial a quien a veces uno no sabe cómo tratar. La enredadera, como en la foto, encuentra la manera de abrazar ese cactus y sortear las espinas...


Cactus y Enredaderas - IMG_20200926_155935.jpg
+zoom

Cactus y Enredaderas


Hoy [26-Sep-2020] me pasó algo curioso que me tomó por sorpresa. María, sobrina de mi esposa, traía a Jesús que estaba pasando unos días en el barrio.

Por mensaje de texto, María dijo que no quería que la agarrara la lluvia. Me dispuse a salir para encontrarme con ella en el camino y que no tuviera que llegar hasta nuestro apartamento. Pensé que tal vez podían venir por una vía distinta, así que me apuré y me fui por donde calculé que era más cerca. Estaba a punto de cruzar una calle y vi que venían por otra, así que enderecé mis pasos y me encontré con ellos.

María me dio las pastillas que él toma (carbamazepina) y me encomendó que le dijera a mi esposa que Luisa (donde Jesús se quedó) creía que era una pastilla en la mañana y dos en la noche, por eso quedaban esa cantidad de pastillas (deben ser dos en la mañana y dos en la noche). Guardé las pastillas y le pedí el bolso a Jesús para cargarlo, pero no me lo quiso dar.

Caminamos hacia el apartamento. Siempre que va conmigo se queda un poquito atrás. Yo lo espero en las esquinas, tomo su mano y cruzo con él la calle. Una cuadra más adelante le dije que se apurara porque iba a llover, entonces comenzó a decir:

Noombe, vamo pa a casa... pa a casa...

Y se devolvió. Me paré delante de él y le dije que íbamos para el apartamento. Yo no lo dejaba pasar, entonces comenzó a empujar y a tirar golpes. Yo había escuchado que se ponía así, pero no me había tocado a mí enfrentar una escena de ésas. Hubo un momento en que pensé:

Que va... Yo no puedo con este toro, tiene tanta fuerza como yo.

Saqué cuentas. Calculé que las pastillas que quedaban eran suficientes para que él se quedara otro día más en el barrio, y mañana que María lo llevara hasta el apartamento. Me dispuse a llevarlo de vuelta al barrio, pero en el camino me di cuenta que ya él entendía que yo lo llevaba a su casa, así que me seguía por donde yo iba...

En una esquina crucé a la izquierda, me siguió... En la siguiente esquina crucé otra vez a la izquierda, y otra vez me siguió. Ya estábamos en dirección del apartamento. Pensé que cuando se diera cuenta iba a pelear otra vez, así que le dije que íbamos a comprar pan en la panadería.

Compramos pan y jugo en la panadería de la calle Río. Le di la bolsa de panes sin destapar y me quedé con el jugo caminando adelante mientras le decía:

Ven para que tomes jugo.

Él venía detrás de mí pero en la esquina de las cachapas se paró y volvió a decir:

Vamo pa a casa...

Me hice el sordo y seguí caminando mientras lo veía con el rabito del ojo para ver qué hacía. Se quedó un rato pensando y luego me siguió. Todavía en la otra esquina volvió a hacer lo mismo. Yo pensé: "Ya éste no va a regresarse". Cruzamos la Avenida Intercomunal, yo todavía con un poquito de temor de que volviera a pelear por regresarse, pero la verdad es que ese toro ya estaba resignado.

Resignado... Eso pensé yo. Pero al final me aclaré que él de verdad pensaba que yo lo llevaba a su barrio porque cuando vio a mi esposa y a su mamá le escuché que dijo, entre dientes, algo así como:

¡Mojoda!



Créditos del texto e imágenes: Amaponian Visitor (@amaponian)



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