El árbol del milagro || Relato

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Hola queridos Hivers, llevaba mucho tiempo sin hacer un relato, seguramente porque me he concentrado más en desarrollar un blog que incentive a la reflexión de ideas. Aun así, estoy pensando volver a mis orígenes, aquellos que me enseñaron el camino por allá en el 2019 cuando volví a Hive –antigua Steemit-, así que hoy comparto con ustedes un relato cuya intención es profundizar la idea de la idolatría, ¿Todo en lo que creemos goza de una verdad irrefutable? Espero lo reflexionen en la siguiente historia.



El Árbol del Milagro

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Fuente

Había una vez, en un pueblo cuyo nombre no recuerdo, un árbol tan gigante que sus ramas cubrían como un cielo a todas las casas de sus habitantes. La primera vez que llegué allí me encontré con personas muy supersticiosas, incluso, tenían la costumbre de lavarse con hojas de mango para evitar los terribles efectos del mal de ojo. Por las noches sin luna, se sentaban frente a fogatas a rezar prolongadamente hasta el amanecer dizque para espantar a las criaturas demoníacas. Pero la más extraña costumbre era la de enterrar a los muertos, los cuales eran sepultados alrededor del gran árbol para que sus raíces les devolvieran la vida en la víspera del juicio final.

Yo veía con curiosidad sus costumbres, y aunque ellos me invitaban a seguirlas era incapaz de unirme a aquellos rituales disparatados. El ruido de la ciudad me había enseñado a no creer en la imaginación de los fanáticos, y más aún después de sufrir varias estafas por parte de un vidente que intentó curar mis problemas de insomnio pero que solo terminó empeorándolos. Mi labor en aquel pueblo era extraer petróleo, o al menos garantizar el correcto funcionamiento de los pozos que perforaban en la tierra para hallar el valioso oro fósil. Cuando me tocaba sobretiempo y debía supervisar las labores, escuchaba los cánticos de los pueblerinos alrededor del gran árbol. Le suplicaban que guiara a sus muertos a la salvación a cambio de sus monedas de plata y sus joyas preciosas. Ellos las arrojaban a las raíces que brotaban de la tierra, creyendo que si al día siguiente desaparecían, el Gran Árbol había escuchados sus súplicas.

-¡Es un milagro! –Entonaban a los rayos dorados del amanecer al evidenciar que sus tesoros habían sido desaparecidos por el árbol- ¡Él nos ha escuchado!

Poco después me enteré de que en realidad, las supersticiones aparecieron con la llegada de un chamán enviado por los cielos. Él era como su pastor, y ellos eran como sus ovejas. Hacían todo lo que les decía, incluso, ordeñaban las vacas al revés porque el chamán creía que así la leche jamás se ponía agría. El hombre andaba de casa en casa vestido en cueros de animal y con un gran sombrero alado del color de las naranjas. Desde luego que era un charlatán, aunque realmente no me interesaba en lo absoluto. Hasta que lo reconocí un día en que visitó las instalaciones donde yo me desempeñaba como ingeniero en petróleo. Se trataba del mismo usurero que me había estafado con mis problemas de insomnio. En cuanto me vio, olvidó por completo su motivo de visita y se largó como un coyote encalambrado.

Las joyas que con tanta fe lanzaban los crédulos del pueblo a los pies del árbol no eran para guiar a los muertos, ni tampoco desaparecían por un milagro de los cielos. El chamán los recogía cuando todos volvían a su casa después de una serenata de cánticos y plegarias, y luego los intercambiaba por cosas lujosas. Lo sé porque el mismo me lo confesó el día en que intentó sobornarme para que yo cerrara mi boca.

-Usted les miente como me mintió a mí. –Lo confronté.

-No es mentira, solo otra forma de trabajo. –Aludió él.

-Es una estafa. –Insistí.

-Puede ser un ganar – ganar. –Insinuó con un guiño.

Inmediatamente le exigí una devolución por sus mentiras, y el acepto casi sin titubear. Me devolvió el dinero que alguna vez invertí en sus sesiones espiritistas, y además me obsequió algunas joyas invaluables. Al poco tiempo me trasladaron a otro lugar, y realmente sentí un alivio al alejarme de tantos idiotas. Lo más gracioso es que, con las joyas que me obsequió, contraté a varios charlatanes que se encargaron de regar el rumor de que el chamán del pueblo era en realidad un falso profeta, por lo que, según lo que he escuchado, no tardaron en lincharlo y exiliarlo del pueblo del Gran Árbol. No sé si así se llama aquella población, volvería ir allá a recordarlo de no ser por la gran catástrofe que desapareció al poblado el mismo día en que el árbol se derrumbó como un cometa pesado sobre las casas de sus habitantes.


Moraleja: Cuando permites que algo falso cubra tus expectativas, no tardarás en derrumbarte junto al milagro de la farsa.

¡Gracias por leer!



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4 comments
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@alinsonchangir me encanto tu relato. Me detuve a leer hasta el final, muy interesante. De esos charlatanes abundan en el mundo, sólo que no todos tenemos la valentía para desenmascararlo. Gracias por compartir tu historia.

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