Retrospectiva

El desván es un espacio para sentarse a leer mis historias, poemas, reflexiones y otras manifestaciones literarias, donde la realidad y la ficción se entrelazan dándole a la vida esa magia de lo indecible. Un lugar para soñar, reír, llorar, transportarnos a mundos, cercanos y lejanos, embarcados en la nave más rápida que se haya inventado: la imaginación.

Un café negro caliente bien cargado es un ritual para Gabriel Moreno, sobre todo cuando ese primer sorbo se lo toma mirando el campo desde la ventana del ambulatorio.

El aire le recuerda su pasantía por la rural, cuando afanosamente buscaba su grado para tender la mano a sus semejantes y construir una clínica en la ciudad.

El destino se empeña en jugar con los sueños, en transgredir los límites de la esperanza e ir cambiando hacia nuevos rumbos los caminos que vamos tomando.

Un puesto muy bien renumerado, demasiado bueno para un doctor recién graduado, le motivaron a marchar con la petrolera por un tiempo, así fue como llegó allí.

Era uno más entre los que vigilaban la salud y los accidentes de los empleados, sus familiares y los pocos pueblerinos que no trabajaban en los pozos.

Nunca había oído hablar del lugar, ni siquiera estaba en los mapas que afanosamente buscó para orientarse donde se dirigía.

Lo imaginó perdido entre las montañas y selvas vírgenes y no se equivocó.

La distancia mínima hacia otro caserío es de aproximadamente 100 kilómetros.

Recuerda que uno de sus mayores retos era aprenderse el camino por el que había llegado, una vía recién asfaltada con un pequeño puente sobre el río, donde se detenía posteriormente de comprarse su vehículo, para ver correr las aguas.

Es una vía casi recta, en subida.

Una carretera ahora desierta pero en otrora repleta de camiones y vehículos.

Nunca pensó quedarse, pero esa creciente inmersión con los problemas sanitarios de la comunidad fueron suficientes para despertar la preocupación que lo mantiene, eso sin olvidar las curvas de Rosario, toda una belleza admirada y deseada, pero maltratada por su marido, un obrero petrolero que terminó marchándose con la empresa, dejándola sola y poco dispuesta a nuevos intentos.

Para su suerte ella también se quedó y durante varios años han mantenido un romance que ella se niega a concluir en boda, aun recelosa de su experiencia anterior.

Es el sol que le ilumina las mañanas, sentada en el escritorio como única secretaria del centro asistencial.

Extracto de mi novela “Fantasmas”

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