El terremoto

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El desván es un espacio para sentarse a leer mis historias, poemas, reflexiones y otras manifestaciones literarias, donde la realidad y la ficción se entrelazan dándole a la vida esa magia de lo indecible. Un lugar para soñar, reír, llorar, transportarnos a mundos, cercanos y lejanos, embarcados en la nave más rápida que se haya inventado: la imaginación.

El terremoto


 

Desde la ventana de la habitación, situada en la segunda planta de su vivienda, justo al fondo de la iglesia, Isamete ve cada mañana salir el sol sobre el valle de El Lugar.

Es un espectáculo maravilloso ver levantar el astro rey que regala su luminosidad y calor al planeta, un ritual que le sigue produciendo escalofríos y que le produce recuerdos.

Recuerdos de su vieja casa en CDT, de sus andanzas en diversos lugares, de su esposa Veleta, de su pueblo natal lejano, donde su niñez y adolescencia fueron dando paso a una vida llevada entre golpes y risas.

Entre todos los vicios que le han acompañado sin lugar a dudas, la atracción que le ejercen las mujeres es el que más ha perdurado y se ha mantenido aun a su edad, cuando muchos dedican el tiempo a sus nietos o al sedentarismo. Muchas han marcado cicatrices, pero su trabajo de gigoló de damas adineradas en una época en que el dinero era tan escaso que no servía ni para un plato de comida, ha sido lo más visceral de su vida.

Hay que sobrevivir y ningún trabajo es deshonra, se repite a menudo, pero el vender sus encantos siempre le pareció un negocio ruin, por esa razón ahora trata de compensarlo con su oficio de párroco, cedido gentilmente por sus amigos, desconocedores de esos tiempos de alcohol, vino, mujeres y juergas que muchas veces culminaron con una que otra fechoría, amparada en un cambio de personalidad constante y en nombres inventados.

Ahora su estadía en Town Pedruzco le ha brindado una paz necesaria y su alto sentido del humor ha florecido entre las tertulias y con una pizca de picardía en sus sermones, sin dejar a un lado esa fascinación natural por las féminas, que pueblan el lugar.

Para su óptica personal ese día el sol posee algo distinto que no consigue interpretar.

Mientras tanto las tareas ordinarias de ordeño y arreo de ganado también son madrugadoras, la calle principal va adquiriendo con las horas vida y el bullicio perfora el silencio, dándole una figura natural a las actividades.

Ya al mediodía los rayos solares se han hecho dueños de la tierra, resecándola con vigor.

El restaurante de Eva, como de costumbre, se encuentra repleto de comensales que degustan las exquisiteces exóticas del sitio, mientras que la cantina luce algo despoblada.

Leandro ha colocado una confitería, mientras que Henry Weist, un personaje muy carismático, monta una empresa privada de vigilancia, con el fin de brindarle protección a los granjeros y ganaderos que durante estos días han visto como algunos indios de las montañas, en inusuales excursiones han robado algunas reses y caballos, obteniendo rápidos resultados y prosperidad económica.

Cuando la hora de la siesta apenas comienza para muchos, un ruido ronco penetra por las ventanas y los sueños, seguido de un movimiento brusco del terreno que provoca de inmediato la caída de algunos utensilios y el desosiego de los animales.

Por segundos la montaña parece caer sobre el pueblo, algunas rocas ruedan por las laderas y en muchos puntos el suelo se abre.

La estampida humana no se hace esperar, el terremoto de una magnitud respetable, crea pánico en los pobladores que toman las calles temiendo que las viviendas se conviertan en tumbas.

Desde allí ven como algunos árboles se derrumban y como la recién construida torre de la campana de la iglesia se desploma.

Isamete se da cuenta en esos momentos cual era la diferencia del sol de ese día, una premonición que no supo descifrar y que casi le mata. Semi desnudo sale afuera.

Algunas casas en construcción y recién construidas terminan en el suelo, el fuerte Quizquizacatia sufre perdidas materiales y humanas y las comunicaciones telegráficas se pierden, los caminos producto de los deslizamientos de las montañas quedan obstruidos y Town Pedrusco termina incomunicado.

Mucho ganado en tropeles huye y una estampida de caballos casi mata a Sergio en su finca.

La casita de Guille queda en precarias condiciones, Villa Pringosa, el poblado mas cerca queda destruido y Teito, quien se encuentra adelantado en su proyecto de ciudad logra crear desde esa incipiente aldea una vía de comunicación que sirve para que algunos habitantes que se encuentran afuera puedan comunicarse con sus familiares

  Extracto del Capítulo VII de mi novela inédita “El terremoto”

Reseñado por @joseph1956 para



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(Edited)

Esta reseña es un indicador de una excelente trama y una narrativa de calidad. Supongo seguirán otras reseñas, @joseph1956
@acropolis, me alegra verte en actividad

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