Cuando pasé frente al espejo del baño vi ese reflejo. Ella era delgada, pero de una delgadez insana. Con una cara alargada y demacrada. Sus pronunciadas ojeras oscuras eran una huella de las largas noches sin dormir. Su cabello liso y negro suelto a los lados de su rostro, era tan largo, tan fino y suave. Vestía una pijama holgada que la hacía ver cómoda y tranquila.

Se acercó despacio hasta el espejo. Su cara tenía una tristeza impresa, de esas que te dejan ver el alma hecha pedazos. Sus ojos inspiraban ternura y confianza, al mismo tiempo que descubrían oculta una nostalgia desgarradora. Puso su mano en el espejo y pude ver como la piel de su brazo era oscura, como color café, agrietada y seca como el suelo desértico, era una piel de cocodrilo formada por quemaduras. Me asusté un poco y retrocedí, pero no pude irme y dejarla.

-Soy tu futuro- Dijo con una voz de eco lejano.

-Un caballo de fuego atravesará tu brazo con 25 lanzas que tratarán de destruir al demonio que te invade- Continuó diciendo -Será en vano, porque solo logrará dormirlo. Pero tendrás todo lo que soñaste, solo que para tenerlo debes pagar un alto precio de noches de dolor insoportable. Tanto dolor que desearás matar tu misma a ese demonio. Recuerda que estoy contigo, no estás sola- Resaltó con una dulzura que me hizo estremecer.

La miré con lágrimas en mis ojos. Estaba confundida sin entender una palabra de lo que me dijo, pero las sentí mías, las sentí propias. Puse mi mano frente al espejo y pude sentirla.

-¿En qué me convertiré? ¿De qué habla ese reflejo desconocido que se parece a mí, pero tiene el alma marchita, quebrantada, rota? – Pensé mientras miraba con lastima al espejo que me habla en tono de profecía bíblica.

De pronto, escuché un ruido fuerte y desperté.

-Solo fue un sueño, ¡Qué alivio! - pensé.

En ese momento se abrió la puerta de la habitación y entro una enfermera diciendo:

-Vamos, que te toca la segunda sesión de radioterapia, solo te quedan 23-