Parpadeó varias veces para enjugar las lágrimas en sus ojos, y contuvo su llanto para evitar agitarse, pues la saturación del oxígeno en su sangre estaba muy baja. Su delicado estado de salud lo obligaba a controlar sus emociones y, a pesar del inmenso dolor que le embargaba, ni siquiera pudo llorar.

Las circunstancias de la vida lo habían ubicado en el lugar a donde nadie habría querido ir. Pero él, hombre valiente y comprometido, sin pensarlo si quiera, se adentró día a día hasta la sala de aislamiento de aquel tétrico lugar, para cuidar a su madre, quien había contraído el virus pandémico que hacía estragos en el mundo entero.

El valor es admirable, pero no genera inmunidad; así que, luego de varios días, vio menguada su salud respiratoria, saliendo positivo a la prueba del virus. Ahora debía cuidarse a sí mismo para recuperar fuerzas y continuar con los cuidados de su madre, cada vez más afectada.

Ahora el poeta estaba postrado en su cama; su respiración le fallaba y aquella voz que otrora declamara versos con pasión y vehemencia, guardaba un profundo silencio, pues cada ahorro de energía contaba para sobreponerse a esa terrible enfermedad que había invadido –cual intruso– su hogar.

Como buen heredero de la fortaleza de su padre, lucho contra el virus; pero estando en el punto más álgido de la enfermedad, recibió la nefasta noticia de que su madre había perdido la batalla. Un fuerte dolor se enclavó en su pecho y sus pulmones se negaron a continuar bombeando oxígeno al resto del cuerpo; sin embargo, su instinto de supervivencia se accionó y reaccionó con una tensa calma.

Como si emprendiese un suave y alucinante vuelo, revivió fugazmente cada instante vivido junto a su madre, mientras su cuerpo lentamente recuperaba sus funciones básicas. Un zumbido se intensificó en sus oídos y en el fondo creyó oír la voz de ella diciendo: “Hijo mío, mi lucha ha llegado a su final y ahora vuelvo con el viejo; pero tú aún tienes un largo camino por andar. Respira profundo y vuelve, ya tendrás tiempo para llorar”.

Secó las lágrimas de sus mejillas, inhaló su medicamento y midió sus signos vitales. Su cuerpo estaba retornando a la normalidad.

Madre querida que partes abruptamente,
mi alma reclama con ansias tu bendición.
Profunda tristeza dejas hoy en mi corazón,
y te juro que por siempre estarás presente.
Salúdame al viejo cuando lo encuentres.

INSPIRACIÓN Y DEDICACIÓN

Miguel es canto, pasión y poesía. Cuando no está escribiendo está fotografiando, y las imágenes que captura su lente se transforman en versos que narran delicadamente la historia que ven sus ojos de poeta. Cuando escribe nos muestra su visión del mundo, pero cuando declama nos entrega una parte de su alma.

Oh belleza de mujer que el hombre admira,
permíteme inmortalizar tu impúdica belleza.
Desnuda tu alma y déjame con presteza,
captar ese misterio que en tu cuerpo anida.

En cada foto un poema, y en cada verso un recuerdo, que no duda en plasmar en el acto con soltura y gracia. Valiente y perseverante como su padre y al mismo tiempo noble y sensible como su madre, aprendió a valorar los detalles simples, necesarios para amar la vida y apreciar la belleza en lo sencillo.

Este es un homenaje a su trabajo constante y al aporte que hace a todos los que amamos la poesía y la belleza, en fin, a la vida misma.

Un agradecimiento especial a mi amiga @nestorgarcia (Raidhi) por el espectacular dibujo que realizó de manera especialmente para esta publicación.