Todavía era un chaval cuando mis padres decidieron cambiar la residencia donde vivíamos por una casa más amplia, ubicada en un sitio tranquilo y más cerca del centro de la ciudad. A mis 6 años de edad no estaba pendiente si nuestro hogar estaba en una zona de alto riesgo porque fue construida sobre bases indebidas en un terreno no apto para vivir.

En realidad me sentía muy bien en ese sitio, salía a jugar a los alrededores con los amigos de la cuadra, cursaba primer grado en la escuela que estaba muy cerca, la "casita" aunque pequeña y construida sobre un barranco nos ofrecía cobijo y un sonido maravilloso en el techo de zing cuando la lluvia bendecía nuestras noches para dormir acurrucado en los brazos de mamá y papá.

Detrás de mi felicidad, mis padres ya tenían planes de la mudanza que marcaría un antes y un después en nuestra vida familiar. Así, sin darme cuenta llegó el día cuando recogimos las pocas cosas que teníamos en casa, en un solo viaje llegamos a un sitio totalmente diferente y entre el llanto pude observar la bienvenida que nos daban las montañas al frente de nosotros. Esta vez formaban la vista y los paisajes que darían contraste a mis sueños de niño, desconcierto en la adolescencia y la autoconciencia en la adultez. ¡La definición de mi ser!

La urbanización "Bella Vista" nos recibió de brazos abiertos con su mejor rostro, varias veces he mostrado imágenes que demuestran el ¿por qué? de ese nombre particular y de total acierto en cada palabra.

Ayer después de una tarde lluviosa, recordé ese capítulo de mi vida. Al escampar salí a caminar por las calles del "barrio" en busca de un pan y un posible encuentro con viejos amigos. Aproveche la ocasión para dejar un argumento más del esplendor, el noble brillo y la maravillosa vista de "Bella Vista".

"Bendecido fin de semana"

End / Fin

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