Una de las actividades que más disfruto es cuando llega el momento de armar la mochila con los implementos necesarios para pasar varios días fuera de la ciudad. Esto implica salir de la rutina diaria, respirar otros aires, apreciar nuevos horizontes, entre otros.

Recuerdo que mi participación en varios grupos de excursionismo me mantenía siempre a la expectativa de las próximas aventuras por venir. El líder del equipo siempre encontraba la mejor forma para sorprendernos, entre largas caminatas a través de montañas para siempre alcanzar nuestro objetivo, estar lo más aislado de la ciudad a orillas de un riachuelo, quebrada o río.

Las primeras paradas se realizaban en pequeños pueblos dónde armábamos nuestra base de operaciones en medio de la atención especial de los lugareños, nos hacían llegar sus recomendaciones y buenos deseos por los obstáculos que debíamos afrontar. Después de largas noches el amanecer llegaba "ligerito", era el momento de internarse en medio de bosques húmedos para alcanzar los páramos más alejados y difíciles de conquistar.

Recuerdos que vienen a mi mente en la visita que realicé recientemente a mi familia en un pueblo que está ubicado en un complejo de montañas en el extremo norte de la cordillera de los andes.

Grandes agricultores, su rubro más característico es el café. Lo tienden en sus calles para secarlo bajo el sol. Y todo aquel que llega de visita, no puede irse sin antes probar una tasa de su bendito fruto con el proceso natural de sus manos.

"Jamás olvidaré ese aroma, aroma de café"

End / Fin

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