Manos ásperas - Relato corto

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Manos ásperas

Papá y mamá siempre fueron personas muy trabajadoras. Desde que tengo uso de razón ambos trabajaban. Realmente, yo, no soy hijo único. Mis papás habían intentado tener hijos muchas veces, pero solo sobreviví yo. Bueno, así fue como ella me lo explicaba. Ahora que soy grande entiendo que eso fue lo que los llevo a pasar menos horas en la casa. Si recuerdo que, en dos oportunidades, mi mamá estaba muy feliz porque estaba embarazada, y de repente los perdió. Papá me contó unos meses antes de morir, que los médicos nunca le supieron dar una respuesta. Hicieron exámenes y todo eso, pero que todo siempre salía bien. Él simplemente le echó la culpa a Dios; mamá por otro lado rezaba con más ahínco. Fue una de las últimas cosas que hablamos. Le llevé al presbítero para que se confesara, pero se negó; cuando quiso, fue tarde.

Tenía muchos años sin ver a mamá. La semana pasada me llamó para vernos. Ella se fue de la casa una mañana sin decir nada, después que a papá le notificaran de su enfermedad y el poco tiempo que le quedaba. Yo tenía 15 años. Papá no duró el tiempo pronosticado por los médicos, duró más. Había que cuidarlo mucho. Ella me dijo anoche, en la cena, que ella no podía soportar todo eso. Que se alejo por eso. No podía enfrentar una vez más a la muerte. Cómo si yo pudiese hacerlo, cómo si yo con mis 18 años estaba mejor capacitado que ella para eso. Además, ¿quién tiene la fortaleza para enfrentar a la muerte?

Realmente eso no me molestaba, lo que me molestaba es que nos dejo solos. Yo no tenía a más nadie.

La escuela para mí fue difícil. Yo era un niño gordo y asmático. Todos se reían de mí. Solo tenía dos amigos: Carlos y Rafael. Pero con los años nos fuimos separando. Cuando llegamos al bachillerato, ellos, consiguieron novias y yo me quede más solo todavía. Eso no quiere decir que la gente no se burlara de mí, fue peor, mis únicos amigos también se unieron al club. La familia de mi papá era muy dispersa, casi nadie se hablaba entre ellos. Tenía algunos tíos, pero durante mi vida los he visto contadas veces. Mi mamá al distanciarse ella, se distanció su familia. La cosa de que ellos no estuviesen en casa por trabajo también los fue alejando de sus familias. La mayor parte del tiempo la pasaba solo. Y los últimos años en que mis padres estuvieron juntos casi no hablábamos. Tal vez fue por eso que nunca lo dije, me lo guardé.

Yo era alguien inocente, que en un tiempo buscó la aceptación de todos. Y comencé a hacer travesuras, cosas absurdas para llamar la atención. Solo que las personas se reían más de mí. La única cosa que lograba es que me ignoraran más. Un día, quise hacer una travesura que me salió mal. Intenté pegar a un compañero de un pupitre. Él era un repitiente, lo conocíamos poco, y los demás se burlaban de él porque era flaco, torpe y repitiente. Le llaman Chavo. Con el tiempo entendí que su apodo venía de su pobreza. La verdadera razón de que se reían de él es porque era pobre. Eso era todo. Bueno, lo intenté pegar al pupitre, pero no funcionó. En medio de el desorden que había en el salón, porque el profesor había salido, uno de mis compañeros, que se estaba riendo de mí, me empujó y caí en el pupitre con pega. No me quedé pegado, porque me paré inmediatamente, pero tenía todo el pantalón de gabardina azul marino manchado con pega blanca. Parecía leche, semen. Todo el salón se rio de mí, era lógico.

Salí corriendo al baño a lavar el pantalón, a ver si podía quitarlo. Mentira, salí a esconderme e intentar no llorar. Era rabia, impotencia, vergüenza, idiotez, y otras tantas cosas. Estuve hasta el final de esa clase, allí escondido. La pega se secó, pero las burlas siguieron. Volví a mi escondite. Un profesor tocó la puerta para intentar ayudarme. Me pidió que me quitara el pantalón para lavarlo. Yo no entendía lo que pasaba. El con un trapo comenzó a limpiarlo. Hizo lo que pudo. Guindó el pantalón en esas puertas que tienen los baños en las escuelas que son como una cosa de aluminio o algo así. Se dio cuenta que mi bóxer estaba algo sucio también. Me pidió que me lo quitara. Yo quedé en silencio un instante antes que quitármelo. No vi nada malo, solo algo extraño. Hizo lo mismo con el pantalón.

Comenzó tocándome el hombro, paso hacía mi estómago, hasta que llegó a mis testículos. Los acarició, frotó mi pene. Recuerdo sus manos. Eran ásperas como lijas, estaban tibias. Temblaba un poco. Yo quedé en un inmenso vació, sin pensamiento, sin sentimientos. Era un hálito frío que salí de mis entrañas. Una sensación en el estómago, no duele ni nada, pero se siente tan profundo que sientes que proviene de todas partes. Lo que hice fue tomar mis cosas y salir de allí corriendo a mi casa.

Nunca dije nada. Y todo lo he hecho hasta ahora ha sido para borrar ese recuerdo, que es una eternidad en mi mente. Drogas y alcohol. Así es, soy un adicto.


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