El baño de damas - Relato

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El baño de damas

Yo nunca había besado a alguien antes. Sí, era mi primer beso. Y no se sintió bien. Fue extraño y baboso, sabía a cigarro. Las personas siempre hablan de que los hombres somos grandes influyentes del mal. Recuerdo que mis padres se preocupaban por mis compañeros varones con los que me juntaba en la escuela. Y no es que se equivocaran, pero es que las mujeres fueron mis influencias del mal.

El baño de mujeres era un misterio para mí. Mis compañeros solo querían entrar allí, porque creían que automáticamente las mujeres se desnudaban y estaban todas desnudas. Cosas de las hormonas juveniles, ¿sabes?, esa edad donde el tema de conversación de todos los días es el sexo, sino el alcohol y por último estaba el sexo. Ellos no eran nada discretos como las mujeres. Ellas se hacían pasar por inocentes. Claro, es que también hay que entender que ellas no es que eran unas mentirosas, solo que no se comportaban como monos primates en el salón de clases. Las mujeres siempre fueron más delicadas y refinadas. Sabían controlar sus impulsos, sus palabras, sus emociones, todo. Tal vez de allí que haya sido tan difícil entenderlas, ya desde esa edad, unos 13 y 14 años, sabían manipularnos muy bien. También les dimos las herramientas para hacerlo sin darnos cuenta.

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Mis compañeros siempre hacían el payaso delante de ellas. Luego la bilogía me diría que era un ritual de apareamiento. Si uno traía un regalo un día para uno, al día siguiente dos o tres más hacían lo mismo. Si uno de ellos se hacía pasar por el fuerte y el que todo lo puede, detrás de él había otros cuatro intentando lo mismo. Era una forma idiota de llamar la atención. Muchas de ellas se reían y se guardaban todo. En cambio, el único secreto de los hombres, que tampoco era tan secreto, era que en el baño o cuando solo había obres se hablaba de quién tiene los mejores senos, el mejor culo, el mejor papo, imaginando cosas que haría con ellas, cosas que veían en las pornografías.

No fue hasta que uno de nosotros se empató con la más buena, entre comillas, del año, que comenzaron, ellos no yo, a medirse el tamaño de sus penes. Fue justo detrás de una biga que había en mi salón, justo detrás de mi puesto. Siempre me sentaba atrás, así no tenía que escuchar a ningún profesor y concéntrame en dibujar. Yo intentaba encajar en todo esto, este ritual de apariencia tan absurdo y primitivo. De verdad, intenté entenderlo todo. Pero mientras más prestaba atención a las clases de bilogía y a los rituales de apareamiento más absurdo me parecía ese comportamiento. Así que poco a poco me fui apartado de el grupo. Bueno, la verdad ellos comenzaron a apartarme cuando me negué a mostrarles mi pene. Yo intenté compensarlo con el alcohol, pero nunca fue lo mismo. Entre los que se medían el pene había una cierta amistad que no podía ser superada por nada.

Sí, en algún momento los descubrieron. En principio los descubrieron las mujeres. Allí fue donde noté un cambio de conductas en ellas. Algunas se unieron para ser jueces, otras salieron corriendo tratando de olvidar que pasaba eso en ese lugar. Luego fueron los profesores. A la mayoría le tocó visitar el psicólogo. Peor no sirvió de mucho.
La poca implicación en los asuntos extracurriculares que sucedía detrás de esa biga, me fue dejando sin amigos. La vida me compensó un poco dándome amigas. Digo un poco, porque la mayoría de ellas solo estaba conmigo porque se dieron cuenta de que no era tan tonto como parecía. Se dieron cuenta que podía resolver sus exámenes de matemática y hacer los trabajos de informática y dibujo técnico sin tener que dejarse tocar un seno o mostrarme un poco de pierna. Así fue como entendía que el hombre dominaba a la mujer y que todo trabajo bien hecho significa un poco de sexo. Fue cuando vi por primera vez el abuso. No se hablaba, pero era algo que existía.

De a migajas fui enterándome de cosas que no tenía ni idea. Las mujeres guardan muchas cosas, tienen muchos secretos, además de sentimientos. Lo que también fue incrementado mi curiosidad de qué pasaba realmente en el baño de mujeres. En una clase fui al baño, y yo me estaba haciendo del dos, pero con urgencia, y el baño de caballeros, o sea de los monos, estaba cerrado. EL pasillo solo, pensé: será rápido, así que, qué carajo, me metí, pero cuando iba a salir, entraron tres muchachas del año siguiente al mío. Las reconocí inmediatamente. Estaba hablando de Alejandro, supuestamente ella el chamo más bueno de todos sus compañeros. Insultaron un poco al profesor por el examen. Yo me había escondido, subí los pies para que no se me viera debajo de la puerta. Entonces, una de ella hizo el comentario sobre la bosta que acaba de dejar caer, es que olía muy mal. Y dijeron: eso fue la maldita de Anabela, la coño e’ madre esa siempre caga podrío. Así descubrí que Anabela, una de mis amigas, cagaba podrio. Puede salir de allí sin que nadie me viera. Y fue el principio de ver que las mujeres no son diferentes de los hombres. Distintas sí, diferentes no.

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El tiempo pasó y mis amigas se acostumbraron a mi presencia, a que estuviera cerca. Los muchachos por otro lado me buscaban por la confianza que tenía con ellas, y los que no pensaban que era gay. No es que las muchachas no lo pensaran, simplemente es que no lo expresaban. Me di cuenta porque comenzaban a hablar del sexo sin ningún tabú. Y también porque comenzaron a invítame el baño de mujeres. Me metían a escondidas al baño para chismear, para hablar cuanta cosa dramática pasaba en clases o en la escuela.

No fue hasta una mañana que una de las del año siguiente, la misma que me dio la información de Anabela, hizo la pregunta en voz alta: ¿ustedes están segura que él es gay? Lo dijo justo después de que una de ellas se sentara a orinar delante de todas sin cerrar la puerta. Todas y yo le vimos su vagina. Ella automáticamente se puso pálida. Entonces, comenzó el interrogatorio. Yo estaba asustado, pensaba que cualquier respuesta que diera sería incorrecta. Algunas no las respondía, pero ellas insistían en seguir preguntado y preguntando. Pero el recreo se acababa. La misma que se quitó su pantaleta delante de mí, se acercó y dijo: ¡Qué coño! Ya me la vio, me besó, me acarició el pene. Y dijo: No es gay.

Sonó el timbre y quedé solo en el baño con una erección imposible de bajar, con mi primer beso chimbísimo y con la mayor duda de mi vida: ¿Soy gay?


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Me gustó el cuento, esa manera de ir llevando el recurso de la duda en la hombría de un muchacho y que al final no se resuelve, pero deja cierta satisfacción por entender como se mueve la vida juvenil en una institución y como se van formando las diferencias de pensamiento y de acción.

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Me alegro. Muchas gracias por tu lectura.

La idea era expresar lo difícil que puede ser para un joven entender la sexualidad.

Saludos.

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Hi spavan697,

This post has been upvoted by the Curie community curation project and associated vote trail as exceptional content (human curated and reviewed). Have a great day :)

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