La herida / La infancia de Aquiles (RELATO)📒

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La herida

La infancia de Aquiles

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Me gustaba ese lugar. Sobre todo, el camino que había que recorrer para ir a la escuela. Solo tengo un fragmento de esa escuela: la vez que me entré a golpes en la salida, por una razón que no llego a recordar. Lo cierto es que el hermano de aquel niño que había dejado en el suelo, media unos casi dos metros de altura, me tomó por el cuello, levantándome a la altura de su frente. ꟷ¡le voy a decir a mi papá! ꟷdijeꟷ él es policía. Solo recuerdo eso, y la cara de terror de la señora, madre de ellos supuse, cuando escuchó aquellas palabras que salieron de mi boca. ¡Ven aquí, Manuel!ꟷ gritó la señora, y yo me marché, acomodándome el cuello de la camisa. Estuve a punto de llorar. Pero papá me dijo que debía ser fuerte. Al día siguiente llamarón a papá y desde entonces no recuerdo nada más. Mi padre nunca me regañó. De hecho, lo sentí orgulloso de haber jodido aquel fulanito. Desde entonces ya no se metieron más conmigo, solo esa vez que estábamos haciendo cola para irnos, algunos de los chicos me daban un lepe y nunca supe descifrar quién era, hasta que pillé al fulanito aquel, ahora lo recuerdo.

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De esa escuela no recuerdo más nada. Excepto el camino de regreso. La interminable carretera que tenía que cruzar todos los días. Me aterrorizaba cruzar esa carretera, Los carros pasaban a la velocidad de una bala. La mayoría de las veces yacían animales muertos; perros, samuros, serpientes y chivos.… Siempre cruzaba la carretera para caer en el quiosco donde vendían sueros y quesos. Allí trabajaba aquel niño con su padre que no recuerdo su nombre. No sabía nada de ellos, excepto esa vez que papá comentó que eran muy pobres. El niño y yo íbamos juntos a la escuela, a veces Carlitos venía con nosotros. Cruzábamos una valla de alambre que conducía a un camino estrecho cubierto de césped y árboles. Caminábamos hasta llegar a una casa con láminas de zinc y otras de concreto, y así sucesivamente íbamos entrando a un sector donde se encontraba la escuela. Disfrutaba mucho el camino de regreso, de ida el sol era muy fuerte. Caminar de regreso por el borde de esa carretera cuando el sol se inclinaba sobre las cordilleras era inolvidable. La brisa por momentos detenía el movimiento de mi caminar. El olor de esa tarde en la carreta era mágico, a pesar del hedor a muerte, incluso el olor a muerte era gustoso, como el olor a gasolina.

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A mitad del camino solía escuchar los ladridos de Rancés. Me emocionaba escucharlo tanto como él se emocionaba olerme a kilómetros. Era un perro maravilloso. Corría dando vueltas cuando me veía llegar. Yo corría también a tal punto de tumbarnos en la yerba y papá salía gritando que no ensuciara el uniforme. Rancés vino una tarde cuando papá llegó del trabajo con su maleta negra que siempre se llevaba. Papá trabajaba en una alcabala. Siempre que notaba a mi padre vestirse con aquel uniforme, sabía que no lo volvería a ver en una semana. Se colocaba su gorra, tomaba la maleta, me besaba en la frente y me daba la bendición. Nos quedábamos en la puerta la mujer ojos grandes y yo, mirando a papá perderse en la autopista. Pero una tarde llegó, colocó la maleta en el suelo y me pidió que la abriera. Al abrirla descubrí un cachorro de color marrón, era Rancés. No sé cómo se me ocurrió el nombre o cómo se nos ocurrió, pero después de todo, lo bautizamos Rancés y ese fue el día más feliz de mi niñez.


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Después de un tiempo tuvimos otro perro; Sasha, Sus orejas grandes rozaban el suelo, blanca con lunares marrones, era hermosa. Papá la compró para su mujer. Lo cierto es que no duró mucho. Una tarde escuchamos un chillido en la carretera, Sacha había sido atropellada. A partir de ese día, por alguna extraña razón, la mujer de ojos grandes comenzó a odiarme mucho más. Entonces comenzaron las temporadas de moscas muertas en mi plato, queso de cabra en el desayuno, almuerzo y cena. Las temporadas de lavar su ropa en aquella batea que yo no lograba alcanzar. Colocaba dos gaberas en donde yo me montaba y lavaba su ropa. Temporadas en la que llenaba el gran pipote con aquel perolito rojo. ꟷ¡Llénalo todo!ꟷ y yo acudía a su mandado. Aquel pipote sin fin, aquel baño en donde nacieron mis más recónditos pensamientos. ꟷvuélvelo a llenarꟷ decía, y vaciaba toda el agua de aquel pipote. A veces se iba, no sé a dónde, y yo me quedaba solo en casa. Jugaba con Rancés todo el día. A veces entraba en la habitación de papá y miraba las serpientes que él guardaba en frascos. Recuerdo el enorme altar frente a su cama. Había espadas, velas y un olor a misterio que nunca olvido. En su armario colgaban los uniformes de Pencak Silat, Guantes y peras de boxeo. Toda la habitación era un portal misterioso. Luego me aburría y me iba al monte, allí perseguía a las hormigas, atrapaba tarántulas, volaba papagayo, tumbaba ciruelas y en cualquier oportunidad volvía a subir a la montaña. En ocasiones me quedaba tendido en la yerba frente a un árbol de ciruelas y observaba a las nubes que dibujaban figuras en el cielo. Jugaba con la luz del sol, armaba trampas y capturaba reptiles, tumbaba el nopal de los cactus y me los comía. Cuando notaba que venía la mujer de ojos grandes, regresaba a la casa y comenzaba otra vez el infierno. De ella no sabía mucho. Solo sabía que era inteligente y mala. Un día agarró el diccionario y me dijo: ꟷabre la página que quieras y elige cualquier palabra. Se las sabias todas. todas y cada uno de sus significados. Era impresionante para mí en aquel momento, todas se las sabía.

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Una vez, no recuerdo por qué. Pero ella me estaba golpeando, y yo corrí a la habitación y me metí en la cama. Ella se vino detrás, se subió a la cama y se montó encima de mí, con sus dos manos apretó muy fuerte mis mejillas. Se acercó a una distancia muy corta, haciendo un gesto extraño que hacía notar sus dientes apretados, frunció su rostro con mucha fuerza mostrando su odio. Se acercó mucho más, hasta que me besó. Cuando salió de la habitación me quedé pensando en eso. Nunca logré entender por qué lo hizo. Nunca se lo comenté a papá. Después de todo, él nunca me creyó cuando le conté todas las cosas que me hizo. ꟷes sólo un niñoꟷ decía ella, con una sonrisa malévola, lanzándome por sobre su hombro una mirada furtiva. Sabía mentir esa mujer. Excepto cuando respondía a las incoherencias que yo encontraba en mi comida. ¬ꟷNo sé, tal vez murieron y cayeron allí¬ꟷ lo decía con un tono cínico, y yo sacaba una por una aquellas moscas muertas, tratando de comprender cómo se metieron al horno y murieron extrañamente en mi comida. Una mujer hermosa y malévola, en sus ojos habitaban portales oscuros de su alma. ꟷte voy a dejar la llaveꟷme dijoꟷ y si la pierdes, te juro que realmente sabrás quien soy. Pero yo ya sabía quién era, y eso me aterrorizó más. Me dejó la llave porque papá se llevó la otra. Yo estaba a punto de ir a la escuela y ella a trabajar. De regreso no conseguí la llave en el bolsillo y juro por Dios que sentí por primera vez en mi vida que iba morir de un infarto. Busqué y rebusqué hasta recordar haberla dejado en la mesa de la habitación. Miré por la ventana, calculé la distancia y corrí hacia el patio. Tomé un bambú largo, saqué una por una los vidrios de la ventana, pero el tercero se atascó y jalé con fuerza, provocando una abertura cerca de la muñeca de mi mano y corrió sangre. Dolió inmensamente. Una zanja mortal en mi muñeca casi llegando a las venas. Del dolor corrí hacia la alberca y me sumergí sin quitarme el uniforme. Aullando de dolor, bajo el agua grité con todas mis fuerzas. Cuando salí noté el color del cielo y supe que estaba a punto de llegar la mujer de ojos grandes. Corrí, recogí un pedazo de tela que yacía en la batea y lo até alrededor de mi muñeca. Tomé el bambú largo y delgado que había encontrado en el corral de gallinas y lo metí por la ventana. Todo sucedió en cuestión de segundos y entré a la casa, me adentré en la habitación, me cambié de ropa y extendí el uniforme afuera. ꟷ¿por qué tu uniforme está mojado? ꟷ preguntó. Y le dije que la había lavado porque sudé mucho. Para que me creyera dejé las dos gaveras al frente de la batea. Nunca se dieron cuenta de aquel trágico momento. Por mucho tiempo usé las vendas que papá me daba para los guantes de boxeo. Con ella me iba a la escuela, con ella comía y dormía, hasta que la herida cicatrizó.


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¡Gracias por leer!

Si no haz leído el capitulo anterior click aqui

https://hive.blog/hive-133872/@sevalo13/elcomienzo-la-infancia-de-aquiles-relato








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Que relato tan bueno, me gusta como te expresas, pude adentrarme a la historia y sentir cada uno de esos sentimiento que reflejaste...Saludos

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me contenta saber que hay alguien que lee. gracias por tu tiempo lili, pronto subo el siguiente capitulo. saludos

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Excelente trabajo. Me gustó mucho tu estilo narrativo.

Solo te dejo dos recomendaciones, que son muy personales, pero que pienso que pueden contribuir a una mejor lectura de tus textos.

  1. No uses el formato de encabezado para el texto general. A mi juicio se pone muy pesado para leer, mientras la fuente regular, lo favorece.
  2. Haz mayor uso de la separación de parráfos y colócalos a doble espacio. Eso suele hacer muchos más atractivos los textos a leer.

¡Te deseo muchos éxitos!

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muchas gracias! como separo los textos?

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Con la tecla de retorno. Simplemente separar las ideas en párrafos y no todo seguido.

Se acercó a una distancia muy corta, haciendo un gesto extraño que hacía notar sus dientes apretados, frunció su rostro con mucha fuerza mostrando su odio. Se acercó mucho más, hasta que me besó.

Cuando salió de la habitación me quedé pensando en eso. Nunca logré entender por qué lo hizo. Nunca se lo comenté a papá. Después de todo, él nunca me creyó cuando le conté todas las cosas que me hizo. ꟷes sólo un niñoꟷ decía ella, con una sonrisa malévola, lanzándome por sobre su hombro una mirada furtiva.

Sabía mentir esa mujer. Excepto cuando respondía a las incoherencias que yo encontraba en mi comida. ¬ꟷNo sé, tal vez murieron y cayeron allí¬ꟷ lo decía con un

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Me gustó muchisimo tu relato hermano, de verdad cada día me sorprende el talento que tienes y esa habilidad de crear historias. Desde acá un gran abrazo.

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Muchas gracias por tomarte el tiempo de leer amigo. un abrazo!

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"Si la pierdes, te juro que realmente sabrás quién soy" pero yo ya sabía quien era. Morí jajaja...me encantó, por un momento pensé que tanto sacrificio para alcanzar la llave y que al final lo terminaran regañando por el uniforme todo mojado. Pero afortunadamente ese no fue el desenlace.

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