Después de las ocho

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Esa mañana, fui, como es habitual, a mi trabajo. No esperaba que ese día se saliera de lo normal.

Entrevistas, reuniones y tomar decisiones. ¿Saben que estaba orgullosa de ser jefe en mi sección? Pues que me creía la gran cosa.

Más porque era, qué digo, soy mujer y el puesto me lo gané a pulso, nada de acostarme con zutano, como suelen decir para desmerecer la labor de las féminas; Claro que en el camino al ascenso quedaron cosas, como no casarme, no tener hijos y últimamente estar sola, sin compartir silencios o sencillamente hablar con alguien.

Tal vez esa sea la razón de todo lo que sucedió. O la lluvia.

(¿Les conté que llovía esa mañana? ) O que el hombre me recordara a Kevin, o que las hormonas trabajaron más de la cuenta, vaya a saber por qué. No, no sé cuál fue la causa.

La cuestión es que en vez de hablar del negocio, estaba de pronto en sus brazos, sí, un perfecto desconocido, y yo besándome desaforadamente con él. Como si no hubiese otra cosa más importante que hacer en el mundo que besarnos en la oficina.

Bueno, si hubiese sido sólo eso, besarnos, tal vez no hubiera pasado nada, o sí, pero no importa, pero el beso fue el detonante de todo lo que vino después.

Su lengua se enredó en la mía como buscando algo que yo no me atrevía a preguntar, sólo a sentir. Mi cuerpo dormido tanto tiempo despertó a las caricias que erupciona en el momento menos pensado, salpicando con su fuego todo lo que encontraba a su paso.

Pensé fugazmente en mi ropa interior, ¿Qué me había puesto esa mañana? La respuesta dejó de inquietarme, porque cuando me di cuenta, ya no tenía nada puesto.

El hombre jugueteó con su lengua en mi cuello, produciéndome cosquillas, que me hacían reír y electrizarme al mismo tiempo.

Después siguió con ella sobre mis senos.

Era algo para lo cual no estaba preparada. No así, de sopetón. Creo que mi suspiro compitió con un trueno que se oyó en algún lugar, ganándole en intensidad.

Pero eso no fue todo. Él rió por lo bajo y me preguntó si me había gustado. Ni siquiera sé si le respondí con palabras o con un beso.

Sí, creo que fue con un beso, porque las lenguas volvieron a trabajar y a encender lo que había nacido minutos antes.

Repitió todo el itinerario, pero ahora fue más audaz. Se deslizó hacia donde yo lo estaba esperando, pero se detuvo, jugando con la lujuria, pero sin unirse a mí.

Mis manos trabajaban, para apurarlo, pero no se daba por enterado, seguía con una sonrisa, mientras todo mi cuerpo lo necesitaba, no podía hablar, no podía pedir nada, mis rodillas se aflojaban, un estremecimiento ubicado en alguna parte de mi cuerpo quería convertirse en mariposas, así que lo conduje a mí, con cierta violencia, a la que no opuso resistencia.

Unos instantes después, todo había terminado. Oí mi respiración jadeante como un tren subiendo una cuesta. Sonreí con los ojos cerrados.

-¿Y usted cree que es factible que se realice ese negocio?

No sabía de qué me estaba hablando.

-Desde luego; pero hay algunos detalles que deberíamos ver.

¿Qué le parece esta noche? Digamos: a las 8.

Algo lo distrajo: miró su reloj, mi portapapeles. Y, los negocios son los negocios. Arremetí:

-Después de las ocho.

-¿Después de las ocho? Está bien.



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Buen final, deja una sensación de "expectativas" por cumplir; sin saber donde se quiere llegar.

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