La edad dorada

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Decidí cambiar de mi vocabulario la palabra "Vejez" y reemplazarla por "La edad dorada".

Ahora ya no tengo afán porque viví mi vida a plenitud, cumplí, aprendí, amé, me tropecé porque era necesario. Hice lo que tuve que hacer y otras cosas no, pues por razones lógicas tuve que aplazar.

Ya no es urgente correr, hago de manera consciente lo que hago.

Realizo sueños en mi medida. Disfruto al máximo lo que antes no hice y en ello involucro el compenetrarme con la naturaleza, el aprender a mirar el cielo, (algunos dirán: eso es perder el tiempo), a mirar todo lo que me rodea, a escuchar la música que me gusta, a leer más, me causa satisfacción.

No… ya no pierdo el tiempo con estas vivencias, ahora gano, lleno mi vida de miradas diferentes, ahora puedo amar más a plenitud porque aprendí, quizás antes no me di cuenta de ello, pero comprendo que eran miradas de niña y de adolescente, muy diferentes a las de hoy.

Ahora camino más despacio, me cuido, ya no necesito correr, trato de no estresarme, de ver los problemas con más tranquilidad; de aceptar más las situaciones. Sin embargo, aprendo todos los días, me esfuerzo, no le dejo mi tiempo al azar.

Esta edad es un respiro para mi alma, un regalo de la vida, el gozo de mi libertad.

Trato de aceptarme tal cual soy, con mis debilidades, errores que aún cometo, con mis canas, arrugas y ¿por qué no con los achaques propios de mi cuerpo?

Ahora acepto que no soy eterno y por lo tanto, también debo prepararme para mi partida que no sé cuándo sea, agradeciendo a la Divina Sabiduría por el tiempo que me dio para aprender a crecer como persona, como ser espiritual, como hombre.

En fin, creo que esta es la edad plena de la madurez. Por lo tanto, no admito que me digan “viejo”, admito que me digan que vivo mis mejores años, ellos están vestidos de color dorado y están repletos de algo muy valioso llamado experiencia.



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