Las palabras del silencio

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Era una tarde cálida y despejada, lucía transparente y el sol penetraba fluidamente entre los árboles que extendían sus ramajes con galantería, el canto de los pájaros era de gran festividad.

Así, sintiéndome atraída por la belleza natural que me rodeaba, decidí caminar un rato por el jardín, sentía entre los pies el crujir de las hojas secas que lanzaba el viento, lentamente me senté en una de las bancas de la placita rodeada de distintas flores, petunias, jazmín, rosas, gardenias entre otras.

Todo su aroma despertaba en mí, el deseo de entender el idioma oculto de la naturaleza.

Al día siguiente emprendí un viaje hasta la alta cumbre montañosa, donde me esperaba el maestro palabrero, cargado de luminosa sabiduría, algunos contratiempos retrasaron mi viaje.

Al llegar al rio que debía cruzar estaba crecido, sus aguas bordeaban la sabana, había llovido y todo estaba empapado, un labriego cruzó al nado con una cuerda muy fuerte, la cual amarró al otro lado al tronco de un árbol, lo que permitió que todos continuáramos.

Fue así como un poco cansada del largo caminar, al fin pude llegar.

En las afueras, una bella doncella se disponía al ordeño de una vaca recién llegada, estaba sola y el becerro era grande, ella carecía de fuerza para llevarlo al rejo, me oculte a contemplarla cuando de pronto apareció tras ella un apuesto y elegante caballero, quien decidió observarla sin hacer ruido, mientras refunfuñaba y golpeaba sin saber que alguien de cerca la miraba.

Entre tirar la cuerda y tratar de amarrar, volteó y lo vio, su rostro palideció de pena, el observar que era ni más ni menos que su prometido ¡qué gran sorpresa!, el abrazo y el sollozo susurro no se hizo esperar.

Los dejé y continué sin ser vista, el maestro me aguardaba con una mirada lejana, la brisa mecía los árboles en señal de alegría, el cielo parecía gigantesco, todo era tranquilo e invitaba a sentir la armonía de cada palabra que allí se dijera.

Luego del saludo empezamos un diálogo muy acogedor donde al mismo tiempo pausaba y callaba, el silencio me hacía entender su lenguaje a través de palabras sencillas que él mismo ocultaba, las rocas cercanas hacían estruendo con sus palabras y cada eco era como romper la roca misma.

La cascada cercana de suave caída, evocaba paz con palabras de paz, fueron momentos inolvidables, donde se transformó mi vivencia, para entender que la palabra no requiere ser impactante para trascender.



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@nataliabuonasera Felicitaciones... Me encantó esta historia. Que bonito leer y sentir lo que lees. Excelente amiga. Gracias por compartir.

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