La oscura carga...

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La oscura carga…


El hombre sintió el golpe, justo en la parte de atrás del cuello y aunque quedó en pie, se tambaleó, y bajó la cabeza. En mitad de las calles vacías donde se habían derrumbado todas las alturas, el único que permanecía de pie era él, que aun en la intemperie y los sonidos del silencio, dilatado silencio, seguía caminando y tratando de dejar sus huellas. Sin embargo, continuó mirando hacia abajo, prueba inequívoca de haber perdido fuerza.

Siguió el hombre caminando y sin darse cuenta, como la llama de una vela que tiembla, se fue apagando, disminuido, mirando hacia abajo, perdiendo presencia. Y vino un nuevo golpe, ahora con más fuerza, detrás de sus piernas, haciéndolo caer rodilla en tierra. El enemigo lo supo: la idea era doblegarlo, quitarle la voz, los ojos, la memoria hacérsela dispersa. Pero el hombre se levantó, prisionero del dolor y de una angustia que quema, e intentó que su voz fuera como una brisa sobre todas las casa muertas.

Y vino un nuevo golpe, al hombre le quitaron sus raíces y como rama seca, volvió a caer, sintiéndose perdido, a la intemperie, como si en el cielo le hubiesen cerrado las puertas. El enemigo rio ahora a mandíbula suelta, sabiendo que un hombre sin familia es presa fácil porque ha sido herido de forma violenta. Pero el hombre se levantó y apostó a su permanencia en aquellas casas que aunque destruidas y llenas de oscuridad, seguían siendo su tierra.

Y vinieron golpe tras golpe, y el hombre tan lleno de flaquezas, tambaleaba, caía, se levantaba, tratando de demostrar un poco de resistencia. El enemigo no se daba por vencido, ¿Cuándo se ha visto que el mal los guantes cuelga? Así que le quitó la voz, los ojos y alrededor de él hizo una cerca. Sin embargo, el hombre, aunque cansado, siguió haciendo su trabajo aunque la vida estuviera llena de penas.

Pero un día, el enemigo se dio cuenta que el hombre estaba débil y flaco y supo que lo tenía pegado a las cuerdas. Así que pensó darle la estocada final y le dio comida hasta dejar su barriga llena. El hombre, con la cara gacha, dio las gracias, sin darse cuenta que aquel bocado de comida y aquellas palabras serían el comienzo de su gran desgracia. Porque a partir de ese instante, el enemigo comenzó a tirar al piso solo migajas y el hombre, por hambre, ha tenido que reptar y ha tenido que soportar su oscura carga.


HASTA UNA PRÓXIMA LECTURA, AMIGOS



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2 comments
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Este post ha sido propuesto para ser votado por el equipo de curación de Cervantes.

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Honrada siempre de que mi trabajo sea tomado en cuenta por ustedes. El simple hecho de ser propuesta, es ya una emoción. Gracias ;)

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