La gran reconquista

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La ardilla estaba a punto de tomarme su té de camomila, cuando su buena amiga la nutria pasó por delante de la entrada de su árbol.

–¿Estás? -Gritó

–Aquí ando– le dijo–. Pasa, estoy por tomarme un té. ¿Quieres uno?

–Sí, pero uno rapidito que tengo que ir a la presa de don castor– traía una cesta colgada del brazo–. Me pidió que le ayudara hoy con los preparativos para la gran fiesta.

Se tomaron tres tazas de té mientras se ponían al día sobre las idas y venidas del bosque.

–Dicen que la zorra, la que está casada con la comadreja, se ha vuelto a quedar en estado de buena esperanza.

–¡Por Artemisa! Pero si apenas pueden mantener a la lechoncita que recién tienen. ¡Qué barbaridad!

Le pidió que le acompañara a la presa donde los señores castores ya estaban preparando la comida para la comunidad. Le dijo que sí, que limpiaba sus nueces primero y que llevaría sus mejores bellotas.

Cuando llegaron ya tenían hecha la masa y le añadían sal, la señora lechuza limpiaba las hojas de plátano y un enorme perol ya calentaba el agua.

La señora coneja buscaba algo de perejil, don castor daba instrucciones a doña castora y una pequeña ratoncita correteaba entre los muchos vecinos que iban llegando a La Gran Fiesta.

–¿Y las zanahorias? –preguntaba la nutria.

–¡Trae más leña! –le decía don castor a su yerno.

–Vamos a tomarnos un té de camomila– decía la ardilla.

–Las papas ya están cortadas– dijo el mapache.

–Esta masa quiere más sal– decía el oso.

–Oye, ardilla, yo quiero un poco de ese té tuyo– dijo el lince.

–Le podríamos echar un poco de chocorrones– sugirió la cigüeña.

–¿Dónde hay más carne adobada?– preguntó el lobo gris.

–Por ahí– le contestó el ciervo– al lado de los chicharrones, que han quedado deliciosos, por cierto.

–La morcilla también ha quedado para chuparse los dedos– comentó el pájaro carpintero.

–Si es que se aprovecha todo de este animal– convino el jabalí.

Vino la perdiz a enseñarles a empacarlo todo en las hojas de plátano. Para ser un solo ejemplar, los cundió y pudieron dar de comer a toda la comarca.

–¿Con un solo humano se ha hecho todo esto?– pregunto fascinada la ardilla.

–No –dijo la nutria–. ¡Con una aldea entera!

Y todos estallaron en vítores.

–¡Que viva la Gran Reconquista!– exclamó don castor.

–¡QUE VIVA!– gritaron todos.



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