Me despierto ansiosa. Me es difícil explicar esa inquietud.

Debe ser consecuencia del sueño que tuve. Imágenes cosidas dentro de la noche. Deseos que cruzan lo real. Estaba tan desacostumbrada de sueños. Ahora esa acumulación de arrugas en la frente para forzar la memoria. Ese querer no queriendo. Ese mirar perdido perfilado por el marco de la ventana...

El viento juega con las hojas amarillas en la tierra. Otoño. Y yo aquí esperando que el futuro abra las flores de mi balcón. Horas interminables van atravesando el vacío y siempre ese casi nada. Hay poco de mí en mí. Soy casi otra. Mucho de mí se ha ido. Ha ido dejándome poco a poco. Las lágrimas se petrificaron y en esa falta de sensibilidad no sé si vivo o existo.

En el fondo no quiero entenderme. No quiero recuperar el pasado. No quiero volver a beber al mar en una copa de 180 ML. Las cosas contenidas en la memoria deben navegar por las aguas de la eternidad.

Por hora, quiero al viento tocando mi boca pintada con lápiz de labios. Quiero el color rojo, algunas mañanas y pocas noches. Vivir en esa mirada en la ventana que no ve nada. En esa memoria expuesta al viento. Vivir en esa delgada memoria que el sueño trajo de vuelta. Riesgos de la carne. Fragmentos de planetas. Surcos por donde caminaran poesías.

Diez dedos desnudos en el teclado. Apuntan un sonido. Se sostienen en el aire. Forman un anillo. En alguna parte dentro de los espejos vive una esperanza. Minúscula como las pupilas de los ojos.

Esperanza de verme extenuada en la alfombra de la sala. Pero la vida pasa rápidamente y los valores que nos enseñaron nos implican en deshacer las posibilidades. Es esa cosa que raspa la garganta. Esos gestos fantasmas que me impiden los reflejos. Esa mañana es más que un abismo dónde tomo el libro que no leí.

La poesía es engañosa. Los sueños también. ¿Para qué mentir? La historia no es así tan mágica. Pero la poesía me da la mano y me abre puertas que no existirán. La poesía tiene ojos grandes que no caben en la cavidad de mi cabeza. Juntas volvemos a visitar las horas, los lugares, las situaciones…. Juntas reímos, lloramos… Tropezamos con las circunstancias, con los momentos que no fueron premeditados, los detalles que no tuvieron comienzo ni final.

La poesía es co-autora de mis ilusiones. Cómplice de mis pasos aventureros. Fue con su ayuda que arrastré mi mundo a la cima de la montaña para ver la geografía a ser descubierta. Amar fue solo un gesto del corazón. Una manera de caminar entrelazados. Y en esos viajes atrevidos asumí tantas personalidades... entre ellas, até la mía. Toqué la tierra desconocida con la punta de los pies.

Es mi manera temerosa de poner los pies además de dónde debo. Es mi manera de cruzar puentes construidos con grandes piedras, siempre corriendo el riesgo de desplomarme al agua. Caí. Mucho antes de ver lo que existía del otro lado.