Sueños

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Siempre soñé con mi primera novia en la tierna ingenuidad de la infancia: mi novia eterna de la felicidad. Era mi novia de la inocencia escolar. Pero, casi siempre, este bello sueño terminaba asociado con otro sueño invasivo y horrible. Era como un disfraz insensible que mantenía oculto un recuerdo terrible de la niñez.

Me agradaba tener el primer sueño, pero solamente, porque aparecía mi novia virginal de la escuela. El segundo sueño, el intruso, era demasiado espantoso. Llegaba con dos perros Rottweiler de gran tamaño fantasmal, entrometidos, peligrosos. Pero también cautivantes por sus bellísimos ojos de colores. Tenían un insólito parecido a unos que tuve en la infancia.

Los perros de mi sueño infundían temor. Dicen que eran asesinos. Yo los veía salir furiosos de la oscuridad. Siempre atentos a la cacería mortal. Pienso que eran los mismos perros que cuidaban la finca de nuestros vecinos.

Yo trato de averiguar si esos perros son los mismos perros que una noche, aprovechando un descuido de sus dueños, se metieron al interior de la casa de los vecinos y sigilosos entraron al dormitorio y atacaron y mataron a las pequeñas niñas gemelas de un año de edad.

Por si fuera poca cosa, cuando no llegaba ese terrible sueño con los perros comiéndose las niñas, aparecía otro sueño más extraño. Podemos decir, que llegaba un tercer sueño que suplía al segundo sueño cuando el segundo sueño no aparecía. Entonces, el tercer sueño tomaba las riendas nocturnas libidinosas.

El tercer sueño prorrumpía con un furtivo acto sexual con mi novia de la universidad. En este sueño, aparecía en la oscuridad de la noche, mi madre, una anciana cristiana, religiosa y muy conservadora.

Ella aparecía entre las sombras y me sorprendía en la oscura nocturnidad del patio de la casa cuando: besaba con mis labios la entrepierna de mi novia. No sé por qué, sentía vergüenza de eso; sentía que mi madre me acusaba con su mirada inquisitiva y maternal: su mirada siempre me avergonzaba de aquella intimidad sexual.

Aunque me agradaba el primer sueño ingenuo con mi novia de la escuelita a veces, no quería soñar con ella, porque ahí mismo aparecía el segundo sueño: y los perros y las gemelas. No es muy fácil sacar del recuerdo este sueño de la infancia.

Es un sueño con ladridos y gruñidos monstruosos de perros, y gritos dolorosos; y el llanto desconsolado de una madre. También escuchaba los disparos mortales contra los perros.

En el fondo de mi corazón, quería conservar los sueños con mi primera novia de la escuelita. A veces, no me importaba que también se quedara el sueño sexual, espiado por mi madre, con mi novia de la universidad. Lo que no aguantaba era el salvaje sueño mortal de las gemelas.

Pero lo seguro era que estaba urgido, quería quitarme de encima el pasado triste y trágico de las gemelas vecinas. Tenía la firme intención de llevar una vida más tranquila y en paz. Quería arrancar ese gran conflicto del pasado: esa espantosa bifurcación nocturna de dos sueños entre el amor tierno de la escuelita y el terror de los perros y las niñas, entender que no tengo culpa de lo pasado a pesar que los Rottweiler fueron mis mascotas de la infancia.



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Hay eventos que nos marcan y permanecen ocultos en nuestra mente.


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Curado manualmente por @joseph1956


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