El testigo
Fuente
Había visto la cara del hombre cien veces y recreado sus facciones para poder dar con la verdad. Ahora se le antojaba extraña aquella fisura pequeña cerca del ojo que no anticipó.
Cuando se asomó a la reja del jardín, agobiado por el calor, olvidó todo lo que lo había llevado hasta allí. Olvidó que los gatos no lo dejaron conciliar el sueño con ese maullido que más parecía el llanto de un niño, y que el calor se extendería por unos días más, tal vez tres, según los meteorólogos.
De tal suerte que presenciar aquello paralizó, por un momento, los recuerdos más recientes.
Muchas especulaciones alrededor del homicidio hablaban de un asesino in situ, solo que él sabía que no. Vio claramente como el extranjero liberaba el cadáver del saco de dormir y lo botaba en la zanja, detrás de su casa.
Escudado tras el grupo de helechos, el hombre testigo no pudo ser visto; su jardín lo ponía a buen resguardo de los ojos del asesino.
Otra versión hablaba del móvil pasional. Celos habrían provocado la ira del victimario hacia su pareja. Él supo que no. La manera como colocaba el cuerpo de la mujer, la orinaria forma de arreglarla en la zanja delataba la falta de nexos previos entre la occisa y esa última persona que la vio con vida.
Cien veces imaginó su rostro. Ahora sabe que la cicatriz en la cara es posterior a los sucesos. En este instante se desdobla y vuelve al lugar del crimen, se toca el rostro como si fuera él. Faltaría un dia para arañarse, ocurriría cuando fuera a reparar la alambrada de su casa. Y una semana para que quedara una traza rosada en el lugar de la herida.
No tiene duda de haberlo visto esta mañana en el supermercado, es de aquí, sólo la mujer aun no ha sido identificada, debe provenir de otra ciudad, quizás de otro barrio.
Hoy en la noche sentirá calor de nuevo, los gatos harán gritos de recién nacido y él volverá a detenerse en la reja de su jardín, escudado tras los helechos.
Sueña con aves, playas exóticas o automóviles de lujo, pero se levanta de la cama para presenciar un crimen que no ha sido cometido todavía.
Verá la cara del hombre por lo menos cien veces, antes de concluir que la cicatriz es posterior al sueño y el asesino se preguntará, antes de abandonar la zanja, como será aquel que lo mira desde los helechos.
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Un relato que coquetea con lo irreal. Muy bien escrito.