El juego de dados

Aparecí en un extraño lugar lleno de oscuridad, objetos raros y antiguos.

Las velas se encendieron como por arte de magia, velas que estaban desgastadas por el tiempo.

Una extraña entidad apareció frente a mí con un puñado de 6 dados.

Sus manos eran negras y delgadas con uñas largas y rojas, su rostro estaba cubierto por un velo y cada movimiento que hacía era retorcido y poco predecible.

Se colocó detrás de mí muy rápido y me susurró con una voz salida de ultratumba:

-¿Juegas o mueres?

Que opción tenía si no era jugar, no quería morir,

Cada uno tomó tres dados y los lanzamos, suerte tuve yo, mi dados dieron el número más alto, esa entidad lanzó un grito de enojo, tomó un dado y lo hundió en mi pecho.

-Aaahh..

Grité fuertemente porque quemaba como acero caliente que rompía mi piel como mantequilla untada por un cuchillo.

Se apiadó de mí, lo retiro y me dijo.

-¿Jugamos de nuevo?

Repetimos el mismo lance anterior, yo rogaba que esta vez fuera sus dados los que dieran el número más alto para no pasar por el mismo dolor.

La piel de mi tórax palpitaba fuertemente compitiendo con los latidos de mi corazón.

Pero como reza el dicho, malo para el amor bueno para el juego, se repitió la misma historia y esta vez el grito del enté casi revienta mis tímpanos.

Miré a todo lados buscando una salida para huir pero la oscuridad solo dejaba ver el pequeño espacio donde estábamos, débilmente alumbrados por las velas.

Me resigné a recibir de nuevo el mismo castigo pero este no llegó.

El ente se marchó y antes de me dijo:

-Esa es la marca para que otros vean que me ganaste.

El dolor, como llamado por esas palabras regresó y se hizo insoportable.

Perdí el conocimiento y cuando abrí los ojos aparecí en mi cama.

Sé que todo fue real porque la marca en mi pecho se ve claramente, son 6 puntos, como los que el dado lleva en una de sus caras.