Lectora ninfómana (Relato)

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Mira el reloj.

Tiene tiempo de dormir una hora, pero Morfeo se encuentra visitando otros seres más dóciles.

Decide leer un poco y se percata que no tiene nada novedoso disponible, por lo que relee algunas poesías de Vallejo.

Espergesia es su favorita, tal vez por esa aceptación del fatalismo que se lee en sus versos y ese toque hereje que se desprende de la interpretación intima que hace de la condición física de Dios.

 

“Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del Diciembre de ese Enero…".

 

Cuando descubrió a Vallejo tenía quince años, desde pequeña ha sido una lectora compulsiva, ya a esa edad el número de libros leídos pasaba la centena y casualmente ese poema fue lo primero que leyó de él.

Recuerda que la palabra le llamó la atención pero no la consiguió en ningún diccionario, por lo que solicitó el auxilio de su profesor de literatura y este le explicó que la misma era invención del poeta.

Fue un amor a primera vista que duró poco ante el temor oculto de llevar una vida tan sufrida como el escritor.

Una premonición que no supo descifrar pero que terminó cumpliéndose.

Y después del desastre, “Los Heraldos Negros”, rondaron bajo su almohada por mucho tiempo, ya que su estado físico apenas permitía leer uno o dos pares de líneas en varias horas.

Ese amor la transformó en lo que es ahora, una lectora ninfómana.

Los mundos de la ficción en muchas oportunidades han logrado penetrar su realidad y le han dado vuelcos inesperados a ella.

La han rescatado de su propia voracidad hacia los extremos.

Han sido panópticos guardianes de su locura.

A través de ellos se ha sentido aislada de la esquizofrenia mundana que se alimenta de amor y odio, justificando en nombre de ellos sus barbaries.

Por momentos, sus locas incursiones a la pasión le recuerdan, que forma parte de un conjunto de reacciones necesarias para el balance de las energías que nutren sus funciones psicobiologicas.

Solo que tras la hecatombe del fracaso, tras el ruin manejo de la mentira y sufrir el abandono, sus alertas se activan cada vez que las feromonas masculinas intentan invadir sus deseos.

Por tal razón sus pretendientes han terminado desilusionados ante las tentativas vanas de conquistarla.

Por momentos piensa que su dependencia cambió de albacea pero no ha sido vencida, que el depositario de sus sueños encontró en Clara una sucesora y eso le aterra.

Le horroriza pensar que su libertad esté condicionada al placer y los sentimientos y que su extraña forma de pensar, según muchos, sea solo un subterfugio para no abrir los ojos ante una situación que le brinda refugio pero no libre albedrío.

Se levanta.

Esta noche no desea filosofar sobre eso.

 
 

Extracto del "Capitulo XXI" de mi novela titulada "El Librero"



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