Teodulo, el filosofo

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Una vez Teodulo decidió ser sabio e ilustrado, aprendió ciencia y filosofía, se hizo hombre muy prudente, docto en leyes, muy competente.

Un buen día, muy temprano con un gran libro en la mano se dirigió a la plaza del pueblo y así en modo muy serio quiso hablarles a aquel vecindario desde aquel improvisado auditorio.

Al presentarse al lugar empezó a filosofar sobre el arte de pensar, de llorar, de reír, de gozar y hasta de amar, de comer, de todo lo que hay que conocer, en fin, del modo en que hay que vivir.

Ni caso le hacían, nadie, nadie le oía, la gente del pueblo decía,

-Teodulo se volvió aburrido, eso es muy complicado, estamos muy ocupados -y cogían para el otro lado

Teodulo se sintió un filósofo frustrado.

El caso es que el siguiente día Teodulo sintiéndose fracasado se dirigió de nuevo a la plaza de aquel poblado con otra iniciativa...

Aquí ya no iba tan serio, este día decidió en principio no hablar, se quedó tieso, como congelado, con cara de burro amarrado.

La gente que pasaba a su lado pensó:

-Teodulo se volvió loco, ayer tan hablantín, hoy callado

Y así fue que poco a poco fue rodeado por multitud de vecinos, hasta el médico, el cura y un adivino, querían saber que se proponía este grandísimo cochino.

De un pronto a otro, sin pensarlo dos veces, hizo cosas locas sin sentido, hacia unos raros ruidos y caminaba como pato, dando vueltas en el suelo como noria, ante aquel sorprendido gentío, cada vez más gente lo rodeaba, ya casi ni cabían según cuenta la historia,

Y así pasaron más de dos horas, haciendo aquellas prácticas raras y con estas ridiculeces la gente reía y reía, y más y más le aplaudía...

Al final de aquel raro día, ante aquella experiencia tan dramática, Teodulo pensó con justa razón usando dialéctica socrática...

-"¿Mmm... qué curioso?. a la gente le interesa más las puras tonterías, que escuchar sabiduría...



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