Nosotros los trabajadores

Nosotros los trabajadores… Decía el sindicalista. Su voz retumbaba en los parlantes de un acto multitudinario que la televisión transmitía en directo.

La tele del bar estaba justo en frente y de pronto sentí que se dirigía a mí y que yo no era uno solo sino un montón de yo.

El tipo decía los trabajadores ¿Y quién otro sino yo eran los trabajadores? Yo que trabajé en tantas cosas tratando de encontrar o encontrarme a mí mismo. Yo que en esa búsqueda dejé la vida en girones a cambio de experiencias que acumulé sin saber que un día seria mi único tesoro.

Porque al fin de cuentas, el único tesoro que tiene un trabajador es su experiencia, si no, es mentira que alguien fue trabajador.

Los trabajadores no se enriquecen, los trabajadores enriquecen en todo caso a quien le dan trabajo y a quienes dicen representarlos.

Y claro, fui un montón de yo.

El empleado de la librería que empacaba los pedidos para el interior, el pedicuro.

El que vendió medias tocando timbre, el que llevó el control de stock en la fábrica de manteles, el cadete de una agencia de artistas, el chofer del empresario.

El artista improvisado que tocó percusión en setenta show por todo el país , el mozo de restaurante, el taxista, el colectivero, el empleado municipal, el asistente de producción de una productora de publicidad, el vendedor de helados de una multinacional y el dueño luego de una heladería, el que tuvo una verdulería y compraba en el mercado, el empleado en un laboratorio de productos químicos, el ayudante de albañil, el fotógrafo, el profesor de tenis, el fletero, el productor y conductor de radio y por último el escritor.

Que gracioso, por un momento pensé que yo con todos mis yo podríamos hacer un acto el día del trabajador.

En la televisión mostraban la finalización del acto y como el sindicalista con un grupo de custodios se dirigía a los lujosos automóviles que lo alejarían del gentío.