Un remedio deportivo

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Trato de escribir la historia como me la contó un viejo amigo.

Aún parece que fue ayer cuando comenzó todo, aquel muchacho que en su mejor momento quedo sin su fuente laboral quedó en el limbo.

Eso junto a un montón de problemas que prefirió guardarlos para el poco a poco comenzaba a pasarle la cuenta.

Lo que aquel muchacho tenía no era diabetes o hipertensión, era una silente enfermedad que ataca de manera silenciosa y es más letal, la temida y maldita depresión.

Una desilusión y las traiciones fueron pocos poco encerrándolo en una burbuja prácticamente sin salida.

Pero todo eso estaba por cambiar. Un día conversando con un amigo que más que amigo para él era como un hermano, al que de cariño le decían el Tata le propuso un panorama.

-Oye ¿Qué harás el fin de semana?

-Nada -dijo el joven

-Vamos a la cancha a ver el partido de futbol -Le dijo el Tata

A lo que el joven le dijo:

-Tú sabes que no me gusta el futbol y allí va todo tipo de gente.

A lo que el Tata respondió:

-Si es verdad a la cancha va de todo tipo de gente pero no todo lo que sale en la TV es verdad vamos y te darás cuenta que es otra cosa.

Hasta que llegó el mentado día el partido, eran a las doce el día cuando se juntaron en la esquina del parque y partieron juntos al estadio.

A aquel joven le parecía raro ver qué al tata lo conocían todos, era como si fuesen su familia.

Aquel joven de niño fue con su abuelo en más de alguna vez a la cancha y este le heredó el amor por su equipo mismo del cual era hincha el Tata.

Pasaron los controles e hicieron ingreso a la cancha, las voces hacían parecer que era un antiguo coliseo romano o la legión de los espartanos preparándose para el ataque.

El estadio lleno de cabo a rabo porque el equipo se jugaba la permanencia en primera.

Los lienzos artificios, banderas era todo un mundo colorido de negro y blanco los colores de su club.

Grande fue el asombro del tata al ver a su amigo cantar las canciones de la barra como si siempre hubiese estado en cancha, ambos con su camiseta cantando durante todo el encuentro.

En la cancha el partido se daba apretado, la pelota no quería entrar. Con el empate dependían de otros para salvarse del partido de definición.

Corría el reloj y se acercaba el término del partido, corner del equipo local, toda la gente muda.

Rechazó la defensa y se armó contra del equipo negro y blanco Carrerón del número 8 el cual mete un pase atrás y el tanque, una leyenda del club, la manda adentro.

-Goooooooooooooooll!!! Goooooooooooooooll !!! Golazooo, golazooo .

Se escuchó en la gradería y no era el Tata quien exclamaba, sino era su amigo del alma el cual celebraba esos goles como nadie

-Gooooool tata, nos salvamos nos salvamos -dijo el joven.

-Sí. Hermano ¿sabes por qué te invite a la cancha?

-No ¿Por qué ?

-Te invité por qué sabía que esto te ayudaría a salir de esa mierda de enfermedad que te está afectando aunque no lo quieras reconocer, te está afectando notablemente y aunque no lo quieras te vas a mejorar.

-Pero si estoy bien -dijo el muchacho.

-Sabes que lo que ha pasado te desmoronó, aunque no lo quieras asumir es así. Si algo me han enseñado los años de cancha es que con los amigos en las buenas, malas y peores, se sufre se llora pero jamás se abandona y como mi hermano saldrás de esta.

Ambos se fundieron en un abrazo y entre lágrimas cantaron el himno del club

Terminó el partido el club de sus amores, se salvó pero lo mejor fue el hecho de que aquel joven se reencontró con su viejo amor y salió de esa maldita enfermedad.



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